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CARA Y SECA DEL MERCADO CENTRAL

El mercado central tiene ese que se yo ¿Viste?.

En un mismo predio donde se hace docencia a cerca de los hábitos alimenticios del Área Metropolitana, a pocos metros del Mercado otros vecinos sin los mismos derechos que el común, van a revolver los desperdicios que desparraman los camiones del Ceamse tanto del distrito porteño o el bonaerense.

¡Si leyó bien! En el país de la alimentación, de toda clase de productos cárnicos, frutales, hortalizas y de aquello que se puede imaginar, los vecinos llevan a sus mesas aquello que otros vecinos tiran desaprensivamente convirtiéndolos en los hechos –algo que no debería ser una práctica cotidiana- en argentinos de primera y segunda categoría.

Mientras se aconseja que "De la huerta a la mesa", "comé local" o "no compres tomates en invierno porque no tienen gusto a nada y son más caros" resuenan en cada evento gastronómico como un mantra. 106.000 toneladas de frutas y hortalizas se comercializan por mes en el Mercado Central, pero lo concreto es que los cajones de la verdulería marean al consumidor y ponen de manifiesto cambios que involucran distintas variables. Hay manzanas todo el año, alcauciles no. Hay zapallos en verano cuando se cosechan en otoño y comemos uvas en agosto. Analizar qué significa hoy comer lo que ofrece la estación es comprender mejor cómo se producen los alimentos, qué nos conviene comprar y cómo aprovechar mejor las variedades para seguir una dieta más nutritiva”, mientras otros argentinos no compran nada porque no tienen nada. Así de simple.

Y porque no tienen nada sus hijos comen aquello que otros o las cadenas de hipemercados se deshacen de los productos que no pudieron comercializar.

¿En que habrá quedado la expresión de Paulo VI en su Encíclica “Desarrollo de los Pueblos” cuando afirma que a nadie le es lícito el uso individual de los bienes cuando a los más le falta lo necesario para sobrevivir? O la expresión de San Ambrosio  cuando pregunta “Dime lo que es tuyo, rico, porque aquello que es de todos tú te lo apropias”

Quienes hacen docencia y de la necesaria nos dicen que “Hubo un tiempo en el que lo normal era "esperar" la llegada de una estación para comer lo que estaba a punto para cosecharse: espárragos en primavera o pomelos en invierno. Sin embargo, al menos en centros urbanos gigantes como Buenos Aires, muchos alimentos se consiguen todo el año. ¿Quién no tomó una limonada en verano o comió manzanas en primavera?”

Todo muy válido y rescatable pero es necesario decir que otros argentinos que deberían tener los mismos derechos que todos, no pueden esperar el alimento estacional por la única razón que comen lo que encuentran, sus hijos también.

Seguramente deberá llegar los tiempos en que nuestra Argentina no sea una para los que tienen más disfrutando de la desgracia de todos aquellos que nada tienen y son  los eternos olvidados de un país que rinde honor a la sociedad del Don Pirulero, donde cada cual atiende su juego y el que no, se jode, se jode y no termina de joderse.

Esta es la cara y cruz del Mercado Central, algo que no debería ser tal pero es lo cotidiano. Donde ya no hay niños que son los únicos privilegiados por la sencilla razón que existe una sociedad que los niega, aunque no debería hacerlo.

 

 

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