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EL MUSEO DE LA HISTORIETA Y UN POCO DE NOSTALGIA…

Dando rienda suelta a la nostalgia que no es cosa de viejos como alguien puede creer, las correrías del indio Patoruzú nos retrotraen a nuestros años púberes al extremo que en cierta ocasión le pregunté a un canillita del barrio de Barracas si había leído alguna vez alguna publicación de Dante Quinterno y al responderme negativamente nos sorprendió su respuesta.

Hoy se guardan ejemplares en el Museo de la Historieta en el barrio de Constitución en plena ciudad de Buenos Aires.

Dante Quinterno dibujó historias originales intermitentemente durante casi cuarenta años, y las reimpresiones fueron numerosas. Desde los años ’40 y años ’50 del siglo XX se transformó en uno de los íconos de la cultura popular argentina, una cultura provista de célebres historietas entre ellos Mafalda, Clemente y muchas otras que no mencionamos para que la memoria no nos juegue una mala pasada.

El hecho es que muchos nos deglutíamos sus páginas no faltando en nuestra mesita de luz cuando una gripe nos detenía por unos días.

Leemos en ese portal que oficia de biblioteca universal, Wikipedia, que por méritos propios se ha convertido en consulta de muchos recurrimos para informarnos:

“La representación ingenua de la condición de indígena, su nacionalismo a ultranza y el patente racismo que manifestaban los escasos personajes extranjeros han suscitado críticas a la historieta; se ha criticado también la simpleza de su trama, y el recurso estereotipado de la fuerza y el dinero como solución a los problemas” (…)En 1933 Quinterno viajó a los Estados Unidos por negocios; trabó contacto con los Estudios Disney, con los que colaboraría más tarde, y conoció el sistema de sindicación de los dibujantes que dominaba el mercado estadounidense de tiras diarias”

Especulando con una tesis, las Andanzas le entraron tanto a chicos y adolescentes porque conllevaba los ideales de justicia, de ayuda al semejante, de amor a la familia aunque no fuese consanguínea, el gusto por las cosas simples, bellas y también al caballo Pampero con que tenía una relación cuasi-simbiotica.

Las empanadas de La Chacha que eran un manjar, la relación con el capataz Ñancul y su relación con Isidoro Cañones tantas veces conflictiva, construían una familiaridad de la que sus lectores hicieron propia.

En otras palabras, la representación ingenua de la condición de indígena, su nacionalismo a ultranza como lo siente un auténtico amante de su terruño.

Recurrimos una vez más a nuestra fuente de inspiración, el portal Wikipedia:

Con la intención de proteger a Patoruzú y la otra tira que desarrollaba paralelamente, Isidoro Batacazo, las desventuras de un tímido empleado de oficina aficionado a las carreras de caballos, que acompañaba las páginas de hípica del diario El Mundo completando un elenco con Upa y con su hermana Patora con quienes mantenía una relación paternal y bonachoca,

Con Isidoro Cañones se suman a la creatividad de Don Dante Quinterno su tío Urbano, el mucamo Manuel y su amor, la hija del Capitán Metralla con iguales inclinaciones del titular de la tira cómica.

En suma, Dante Quinterno junto a Caloi, Quino, el rosarino cuyo prestigio no hace falta nombrarlo, son la cara alegre de todos aquellos que supimos deleitarnos con su lápiz esquisito.

 

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