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LA OTRA CARA DE LA EPIDEMIA DE 1871 (Parte Iº)

AQUELLO QUE ALGUNOS HISTORIADORES NO HAN DICHO O PREFIRIERON CALLAR

Habían pasado tan solo 61 años de aquel grito de Mayo de 1810; aquel grito protagonizado por los Castelli, los Belgrano, los Mariano Moreno, los Bernardo de Monteagudo, los San Martín, los Martín de Güemes y por qué no los Artigas, irían a conocer la cara más trágica de un Buenos Aires donde unos pocos tienen todo y los más no tienen nada o tan solo su propia prole, es decir la familia.
¿Cómo vivían en Buenos Aires?

«En el Virreinato convivía gente de variado origen étnico. De los 40.000 habitantes que, aproximadamente, tenía Buenos Aires en 1810, el 65% era blanco; el 30%, negro y el 5%, mestizo e indígena.
Los grupos más favorecidos eran los comerciantes, los ganaderos y los agricultores ricos. Entre ellos, los nacidos en España ocupaban los cargos públicos más altos. Los artesanos, pequeños comerciantes y empleados auxiliares del gobierno formaban una especie de clase media. Además, estaban los esclavos, que eran de raza negra, y los indios.

Con la creación del Virreinato en 1776, aparecieron distintos tipos de escuelas, pero eran sólo para varones de clase media. Los chicos indígenas y mestizos eran educados por religiosos y los hijos de criollos acaudalados o de españoles iban a establecimientos especiales o recibían clases particulares en sus casas.

Las mujeres aprendían en sus hogares las tareas domésticas. Sólo se las educaba para ser madres y esposas; no se les daba participación en la esfera pública.

La moda seguía el estilo francés, tanto para hombres como para mujeres y tanto para adultos como para niños.

Los chicos practicaban muchos juegos que hoy todavía existen (rayuela, muñecas, bolitas, mancha, escondida, payana o payanca) y se entretenían cantando «Arroz con leche», «La farolera» y «Mambrú».

El Cabildo estaba integrado por seis regidores o concejales, uno o dos alcaldes y varios funcionarios más. Ejercía la función de policía y defensa del pueblo, recaudaba los impuestos y escuchaba las quejas de los vecinos.

El Cabildo Abierto era una asamblea general en la que se reunían los vecinos de mayor importancia social para discutir cuestiones de gravedad»

En aquel Buenos Aires colonial, de familias patricias, de africanos esclavizados y de inmigrantes que habían huído de sus países de origen a causa de las persecusiones, sociales cuando no por la miseria y el hambre, de pueblos originarios que habían sido reducidos a la mínima expresión o en poco tiempo más hasta casi hechos desaparecer del la geografía nacional, poco a poco se iría a imponer el gran negociado de refaccionar esas viejas casonas coloniales en infames conventillos en donde en sus piezas se alojarían sin el menor recabo a la más elementales normas de higiene y salubridad a todo aquel desgraciado social con el solo propósito de sacar mayor provecho al capital empleado.

Así las cosas en aquellos tugurios del hacinamiento y la promuisacuidad, donde un baño debía servir al uso de no menos 20 personas, donde se alquilaba la cama por horas (cama caliente) o las sobaqueras donde los infortunados dormían colgados por gruesas cuerdas atadas a una pared y a otra, las antiguas casonas patricias ahora servirían para amasar verdaderas fortunas a costa de la miseria ajena.

No fue una casualidad la epidemia de fiebre amarilla como tampoco lo fueron las de cólera y la de tifus que se venían sucediendo desde Caseros hasta 1871… ¡Eran la causalidad de una sociedad pensada para unos pocos y para el sacrificio de los más! La epidemia de fiebre amarilla de 1871 que fue «Cuando murió Buenos Aires» como ilustra Miguel Angel Scenna, la que desnudó las desigualdades sociales, el castigo insensible para los esclavos, los inmigrantes, para aquellos que vinieron a penar la vida, para aquellos a los que esta sociedad de la qué me importa, la de Don Pirulero (cada cual atiende su juego) pooco y nada les interesaba a los dueños y beneficarios del poder.

Cuando murió Buenos Aires, 1871, demostró descarnadamente una situación insostenible en cualquier época: mientras a los inmigrantes que habitaban los conventillos y a los esclavos se lesimpedía mudarse, algunos señores y familias pudientes se mudaban del sur construyendo sus palacios hacia el norte de la ciudad.

Este es el principio, tan sólo las primeras y apretadas líneas de un Buenos Aires en el cual, ser pobre, ser negro o inmigrante significa ni más ni menos que una condena a morir en los campos de batalla o en cuanta desgracia social se presentara como ocurriera con la epidemoia de fiebre amarilla de 1871…

Pero estas líneas son las primeras de aquello  que algunos historiadores no han dicho o prefieron callar… Sigamos las demás que tampoco tienen desperdicio…

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