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LOS UNOS Y LOS OTROS…

Olvidados, estigmatizados de la peor manera, condenados cuando menos a vivir de aquello que encuentran –lo que sea-, caminar las calles recogiendo papeles, algún cobre, cartón en el estado que lo encuentren, revolver las bolsas de desperdicios buscando alimento y por las noches algunos buscan algún techito que los cobije del frío o la lluvia, del calor y por qué no del hambre que atesoran que no es blue y menos se cotiza en el mercado.

Ellos están allí, marginados. ¡Ni siquiera los que se ponen las alpargatas cuando necesiten su voto! y luego no atienden a nadie porque se la pasan de una reunión a otra, dicen que están o mandan a mentir que es así.

Ellos están ahí con su carrito del rebusque y en algún caso, son acompañados por la prole en ese tour por las calles de la ciudad.

Esta es el mundo por el que transitan a veces de día y a veces de noche. O la madrugada.

Aquello que es muy penoso es que están condenados a hacer sus necesidades en un arbolito, en una plaza ante la mirada de algún transeúnte que en algún caso exclamará estigmatizándolos también remarcando su discriminación por el sólo hecho de lo que están haciendo en la vía pública pero jamás sopesarán que en los baños de los bares o algún restorán no los dejan entrar porque son de los señores clientes.

Esta es la ciudad que tenemos. Puede ser de aquí o de más allá. Puede pasar en la ciudad de Buenos Aires o cualquier otra de la Argentina Profunda mal llamado el interior. Se encuentran en todas partes, en cualquier punto geográfico pero en todos ellos serán igualmente tratados.

Ellos esperan que alguna lengua filosa extremadamente rica en improperios se hagan de un segundo dejando los discursos contra el FMI proponiendo el no pago de la deuda externa o adulando el dios mercado como si éste por sí solo solucionará aquello que entre todos no podemos solucionar.

Este es el mundo marginal y precisamente de este lugar nació el Rap Villero quien mostrando crudamente la circunstancia por la que atraviesa el poeta rapero, hará de su composición una suerte de periodismo vecinal que es mostrar aquello que les sucede a sus iguales o compañeros de infortunio.

Algunos en horas del mediodía otros por las noches concurrirán a los comederos para llenar su estómago o algo parecido y por ese solo hecho, la mesa familiar donde la prole comparte el alimento ha quedado para el recuerdo.

Sin embargo, no todas son pálidas.

Disperso por el camino de quien sabe donde encontrarán alguna parroquia  organizada para que los desheredados puedan higienizarse, hacerse de alguna ropita y no pocas veces, compartir un alimento junto a sus iguales.

Por seguro que el cura párroco no le vendrá con discursos de aquellos  que si les cortarán la lengua deberían pedir una pensión por invalidez.

Seguro que es así. ¿Cabe alguna duda,  acaso?

No todas son pálidas: es que y no por gracia divina, hubo alguien que no propició aquello del “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”.

Ese alguien desde hace más de dos mil años propuso amar al prójimo como uno mismo renegando, justamente, del amor propio que quita el pan de la mesa ajena.

Ese alguien no necesita de discursos altisonantes. Ese alguien propuso la filosofía del amor, de la igualdad de oportunidades, de compartir aquello que se dispone.

Ese alguien que llegó para redimirnos del pecado, que pagó con su vida tanto desquicio, es lo que ilumina las mentes de tantas parroquias que están al servicio del necesitado y no para servirse de él.

Lo que no es poco…

Publicado 7.07.2018

 

 

 

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