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REFLEXIONES SOBRE LA SUCURSAL DE MERCADO

Desde hace años y lo hemos reiterado un sinfín de veces, el barrio de Colegiales es observado, analizado, desde lo sectorial y no como un conjunto urbano. Aunque suene un algo de más, cuando se creara la playa de maniobras de la estación no fue una medida graciosa o sin fundamento. Todo contrario.
La historia nos cuenta de un riel paralelo por Concepción Arenal para llevar los productos agrícolas a distintas empresas de acopio como Molinos Minetti (hoy los silos de Dorrego) o al mercado propiamente dicho, llegando a Juan B. Justo las bodegas Giol y en Paternal, las demás empresas bodegueras como Peñaflor para citar tan sólo un caso sobre la avenida Warnes. Cerca de éstas, la fábrica Sudamtex, ya en Villa Ortízar.
Claro que eran otros tiempos en donde nuestra ciudad y nuestro país iniciaban el proceso de industrialización y que además contaba, como si fuese poco, con la Algodonera en la actual avenida Córdoba.
En este sentido la playa de maniobras cumplía un rol fundamental para la zona por lo antedicho.
Disuelto el mercado Dorrego, entre gallos y buenas noches en una de las tantas decisiones por arriba que condicionaron nuestra zona, ya aquel amplísimo terreno de 9 hectáreas quedó a la buena de Dios y sin utilidad a la vista, Hacia finales de los ochenta se buscó alguna solución que, por concebir al barrio como una mera sumatoria de sectores aislados, resultaron un aliciente, un agregado más. Nos referimos el puente peatonal sobre la calle Zabala y que con el tiempo, cuando los índices de inseguridad empeoraron, trajeron nuevos inconvenientes.
Algo similar pasó con el Puente vehicular y peatonal Dr. Pedro Bustos donde el bajo puente dando lugar a toda clase de tropelías y ahora, la inseguridad reinante se agrava con el viaducto de la Avenida Lacroze, quejándose los vecinos de los arrebatadores que esperan los transeúntes a la entrada y salida del mismo.
Una solución para esto podría haber sido mantener abierto el paso a nivel de la calle Olleros y más aún cuando se talaron los árboles de Olleros y Amenábar. Se lo clausuró una vez finalizada la obra de la Avda Federico Lacroze agravándose la relación de un lado al otro de la estación Colegiales.
El crecimiento industrial tenía sus plazos realizando el período de los grandes quintales a una urbanización incipiente por lo antedicho.
En total luego del remate/regalo de las empresas públicas en el período 1989-2001 en los gobierno de Menem y De la Rúa, los ferrocarriles en manos de empresas “privatizadas”, la playa de maniobras de la estación quedaron a la buena de Dios habida cuenta que no eran rentables para el concesionario, sucediendo algo parecido al playón de Chacarita, al ferrocarril Sarmiento en Caballito y otros.
Convengamos que la misión de una empresa privada es lucrar, no brindar servicios.
Nueve hectáreas abandonadas era la gota de agua que llenaba el vaso. No podía ser de otro modo.
Y el problema prontamente se hizo presente en dos hectáreas de las nueve abandonadas.
Una feliz propuesta de utilizar parte de las nueve hectáreas, para la instalación de un mercado con precios, según se dice, menores a los de plaza fueron entusiastamente apoyados por un grupo de vecinos y que prontamente surgió otra grupo de vecinos que pretenden una plaza en lugar del mercado.
Inicio de obra y clausura permanente, no una vez sino cinco veces.
Aquello que podría haber servido para la integración de los barrios de Chacarita, Colegiales con Belgrano quedó en un tira y afloja vecinal con el agravante y hay que dejarlo claro, dos hectáreas condicionan a las siete restantes.
Una vez más soluciones a medias, estudiando la problemática barrial desde lo sectorial y no desde la concepción del barrio como un conjunto.
Una vez, una solución a medias quedándonos como consecuencia directa la expresión, ¡hasta el próximo problema vecinal!

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