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Fue y es la zona de Palermo una de aquellas que más cambios urbanos ha experimentado en las últimas décadas: desde la demolación de la zona antes conocida como Palermo viejo para construir otro que creó una nueva identidad barrial –nada que ver con la anterior- hasta los sobrenombres –algunos rayanos a lo absurdo- para nombrar distintos sectores, es Palermo “viejo” un barrio diferente al que muchos conocimos.
Desde aquel entubamiento del arroyo Maldonado que por tantos años trajo inconvenientes serios y graves; la remodelación de Puente Pacífico que ya no es el mismo de antes con esas inmensas columnas para sostener la estructura y el paso del Tren San Martín –incluida la estación, claro está-; el metrobús con sus estaciones propias que corre por todo el recorrido de la avenida Juan B. Justo desde Palermo a Liniers, muchísimos cambios urbanísticos puede presentar el barrio de Palermo.
La historia nos enseña que en las proximidades de la zona, más precisamente en la calle Godoy Cruz era hace muchísimas décadas atrás el Buenos Aires orillero al que incluso Don Jorge Luis Borges, la excelsa pluma argentina le ha dedicado algunas líneas.
En las cercanías de la zona supo instalarsela Cooperativade Recicladores Urbanos El Ceibo, una creación que salió del esfuerzo y la dedicación de Cristina Lezcano y nuestro amigo Fernando Ojeda que demostraron que es posible la conformación de una economía social basada en la solidaridad entre quienes tienen menos cosas materiales pero mucha imaginación. A partir de la creación de esta cooperativa, muchos que anterior transitaban las calles porteñas hoy están asociados a una Entidad que por el trabajo que realizan reciben un sueldo pudiendo mandar sus hijos a la escuela.
Desde hacía décadas se venía pensando, discutiendo y debatiendo sobre el destino de un inmueble a la que hoy se le dio forma a todas esas ideas.
El día 10 de octubre de 2011 el portal clarín.com traía la siguiente noticia:
“Después de muchos años de degradación, Palermo recupera una esquina histórica la de las ex bodegas Giol, en Godoy Cruz y Paraguay. Ayer quedó oficialmente inaugurado el primer polo científico tecnológico del país. Detrás de la fachada original del edificio, que fue restaurada y es un ícono de la industria vitivinícola argentina, comenzará a funcionar un espacio que tendrá muchas áreas abiertas al público –restaurante, cafetería, plaza, un museo y auditorios– con la idea de que los vecinos también participen estando cerca del trabajo diario de los investigadores”
El portal de noticias porteñas ciudad.com, a su vez, comunicaba lo siguiente:
“El Polo Científico Tecnológico se levantó en los establecimientos que pertenecieron a la bodega Giol, ubicados entre las calles Soler, Paraguay, Godoy Cruz y la avenida Juan B. Justo. Allí funcionarán el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y un conjunto de institutos interdisciplinarios de investigación”
En verdad toda una innovación en un sector que hasta hace digamos medio siglo requería una nueva reformulación urbana que ahora fue posible.
El edificio de las ex bodegas Giol es todo una síntesis de aquel barrio ya ido y que ha cambiado.
Al respecto agrega el portal clarín.com lo siguiente: “El edificio tiene una larga historia. Fue construido a principios del siglo pasado y llegó a ser la bodega más grande del mundo. Hasta allí llegaban los trenes cargados de uvas, provenientes de Mendoza. En la década de 1980 comenzó una etapa de decadencia que la empresa no pudo remontar y las bodegas dejaron de funcionar en 1989”
En síntesis y más allá de cualquier otro análisis, la esquina de Juan B.Justo y Santa Fe desde aquel entonces cuando en funcionaba el Café “La Puñalada” y que ahora se instaló una importante empresa de venta de pinturas, ha cambiado y está bien que así sea porque de alguna formala Ciudadva demostrando su recorrido que le dará personalidad a todo lo largo del Siglo XXI.
