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Vacaciones de familias ensambladas

La licenciada Adriana Martínez, Psicoanalista. Responsable Asistencial de Fundación Tiempo nos comparte en esta ocacion una problematica de la vida cotidiana, familia ensamblada para poder irse junta de vacaciones.

Espero que lo disfruten!

info@fundaciontiempo.org.ar 4551-7120 / 2060-1620

Vacaciones de familias ensambladas

¿Qué requisitos debería cumplir una familia ensamblada para poder irse junta de

vacaciones?

Más que requisitos, valdría la pena pensar en las condiciones. La pregunta sería en qué

condiciones debería estar un grupo familiar heterogéneo, compuesto por miembros de

diferentes núcleos familiares previos (papás separados con hijos de matrimonios

anteriores, medios hermanos, hermanastros, etc.) para encarar el proyecto de vacacionar

juntos. En principio, los adultos deberán evaluar si es el momento, si ya han compartido

previamente tiempo juntos y cómo ha resultado. La decisión es de los adultos, sobre todo

si los hijos son niños aún.

¿Cuáles son los beneficios de irse de vacaciones como miembro de una familia

ensamblada? ¿Y los perjuicios?

Para cada integrante, los beneficios y los perjuicios serán distintos. Para la pareja, las

ventajas tienen que ver con compartir en simultáneo un buen momento tanto con la

persona amada como con los hijos propios. No tener que “dividirse” a la hora del

anhelado descanso y disfrute. Para los chicos, dependerá de los lazos previamente

establecidos. Se tratará de compartir con otros hijos, con otro adulto, que no será de su

núcleo primario (mamá-papá-hermanos), que seguramente tengan otros estilos, otros

modos de convivir. Las “desventajas” suelen tener que ver con esto mismo, tanto para

grandes como para chicos: a veces hay que ser muy tolerante y paciente con hijos ajenos,

con la nueva pareja del papá o la mamá, para que la experiencia funcione. Sin embargo, si

se logran compartir momentos gratos y saludables, todos podrían tener más para ganar

que para perder.

¿Cuáles suelen ser los principales conflictos que pueden abordar las familias

ensambladas a la hora de irse de vacaciones?

Los conflictos suelen surgir por celos, entre los chicos y/o entre chicos y grandes. Aceptar

que uno de sus padres tenga una nueva pareja, o bien, atienda a los hijos de ésta, o haya

tenido hijos propios en el nuevo vínculo, muchas veces es difícil. Lleva tiempo y, en

general, la magnitud y la duración del conflicto dependerán de la calidad de la relación de

los chicos con el padre involucrado. ¿Se puede dialogar?, ¿hay tolerancia para alojar estos

conflictos? Nadie cede fácilmente a lo que tuvo alguna vez. Una familia ensamblada es la

prueba real de que la familia anterior, tal como era, ya no va a volver a ser. Aunque se

puede transformar: entender y promover esto, es la única salida del laberinto del conflicto

sentimental que estas situaciones suelen inspirar en todos los involucrados.

 

¿Qué pueden hacer los adultos para evitarlos?

Escuchar a sus hijos y a los ajenos, también. Animarlos a que hablen con palabras, y no

con caras largas y silencios cargados de molestia. Ni con gritos y agresiones. Si hay

verdaderamente lugar para todos, no es necesario armar escenas de rivalidad y disputa.

¿Cómo se pueden solucionar los mismos?

Dándole a cada uno su lugar. Su lugar de palabra, de cariño, de tiempo. Explicando que

nadie está en riesgo de quedarse afuera, solo, dejado de lado. Estas cosas, que parecen

tan obvias, generan muchos temores en los chicos – niños y adolescentes, también – y es

imprescindible que se digan, que se expliciten y se despejen, para evitar sufrimientos

mayores. Los grandes, sí, deben intentar prescindir de rivalizar con los hijos de su pareja,

un clásico de clásicos, ya que son los adultos quienes deben tener claro cuál es el lugar de

cada uno en la nueva constelación familiar.

¿Qué se puede hacer para pasarla lo mejor posible con todos los integrantes de la

familia ensamblada? ¿Qué responsabilidad les cabe a los adultos y cuánta a los niños?

La responsabilidad, es siempre de los adultos. Damos el ejemplo y distribuimos los

recursos: el tiempo, el amor, la escucha, la atención, el dinero. Así que a los niños no

deberíamos pedirles más de lo que deberíamos ser capaces de dar e inspirar nosotros:

tolerancia, respeto, sinceridad.

¿A qué cosas se debe estar alertas?

Al malestar. Al propio y al ajeno. Al de grandes y al de chicos. Que no se acumule, que no

se silencie. Que no se haga como que no existe. Las familias ensambladas siempre lo

generan, a veces más y a veces menos que las “originales”. La familia en sí puede ser un

lugar amoroso, pero también conflictivo, por lo que hay que estar atento a que todos los

que la conforman puedan ser más o menos felices.

CONSEJOS SOBRE QUÉ HACER Y QUE NO:

No imponer una manera de hacer las cosas. Esto sólo genera “bandos”. Hay que tolerar

que cada grupo haga las cosas a su manera, hasta que poco a poco se vaya construyendo

una manera común de llevar adelante la cotidianeidad.

No pretender que los chicos sean amigos o como “hermanos”. No tienen porqué serlo. La

afinidad de sus padres como pareja no garantiza que los niños se agraden entre sí. De

hecho, esto tampoco se da siempre en familias tradicionales, así que ¿por qué forzarlo en

estos casos?.

Dejar que cada miembro decida sobre sus propios hijos, no interferir en la educación de

los hijos ajenos. Al menos, hasta que haya acuerdos y lineamientos comunes. Y lo que

haya que discutir, como siempre, lejos de la presencia de los chicos.

 

Intentar promover que se trata de una nueva constelación, ni mejor ni peor que la

anterior. Siempre habrá pérdidas y ganancias en juego, y para cada uno serán distintas.

Darse el tiempo de que los nuevos vínculos crezcan.

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