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YENDO AL CINE: «El mismo amor, la misma lluvia»

Juan Jose Campanella no es que nos asombra porque “El Secreto de tus ojos” que protagonizan justamente quienes también lo hacen en el film “El mismo Amor, la misma Lluvia”, ya nos dice a las claras que la calidad cinematográfica no significa algo fortuito sino el producto de la profesionalidad de Campanella.

Sin embargo, el desarrollo del guión nos da pie para tocar temas relacionados a los distintos quehaceres de una profesión que se ha visto hasta incluso vilipendiada por propios y extraños cual es la del periodista.

Pero más que internarnos en el quehacer del mundillo general –y que dejaremos para otra oportunidad- queremos ahora referirnos a la especialidad barrial.

Desde hace un tiempo, más concretamente con el advenimiento de la democracia, allá por 1983 (de esto prontamente se cumplirán 30 años) algunos vecinos vieron la posibilidad y la necesidad de mostrar qué estaba pasando en los barrios, hechos que los medios masivos no podían hacerlo porque se dedicaban a otra cosa o directamente, porque no conocían los por menores de los barrios.

Ese periodismo de la “cosa grande” –si es que se puede hablar con propiedad de cosa grande o cosa pequeña- veía la noticia y la difundía pero por no conocer a los barrios su capacidad en ese sentido quedaba reducido a lo manifiesto y no al fundamento o, como hemos dicho, a las razones de la noticia.

Así y a poco de andar la democracia, comenzó a nacer desde la profesión misma y pese al ninguneo de supuestos profesionales en el arte de difundir la noticia el periodismo barrial en su especialidad que es la del cronista vecinal.

Ser cronista vecinal es algo parecido y para clarificar el concepto como cualquier otra del campo de la medicina, la abogacía u otra profesión: el médico pediatra –supongamos- sabe más de pediatría que el especialista en traumatología. En el periodismo sucede lo mismo.

Los médicos o las distintas especialidades debieron luchar años para logar su reconocimiento profesional; debieron discutir entre ellos durante largo tiempo que era la pediatría o la traumatología pero, cumplidos esos trámites, nadie le va a discutir al pediatra su condición de médico.

A la prensa barrial, al cronista vecinal, le está pasando pero cada vez menos ese proceso de ninguneo a que son sometidos en muchos casos por publicaciones de las que la película de Campanella muestra con lujos de detalles.

Cuando quien redacta la presente se autoproclama “cronista vecinal” nunca falta quien piense que somos un género menor con un criterio que hasta nos animamos a definir sin demasiada rigurosidad intelectual o de pensamiento.

Será el cronista vecinal, seremos los cronistas vecinales, a aquellos que se nos deberá consultar las razones de los hechos en los barrios. Porque un accidente no se produce porque si y puede ser evitado, pero en muchos casos será el cronista vecinal quien aportará el argumento sólido y claro.

Es de esperar que con el tiempo sigamos avanzando hacia una definición que le cabe al cronista vecinal. Diríamos que es necesario porque sino, y de lo contrario, se sabrá el resultado de un partido de fútbol pero no quien hizo el gol del triunfo, como se gestó la jugada y otras circunstancias del juego.

 

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