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21 DE SEPTIEMBRE, COLEGIALES LA MAGIA DE LA AMISTAD QUE NOS UNE

Por María Britos: cumplís años Colegiales, como voy a festejarte me pregunto. Es el festejo de aquí adentro. Las cosas que no se dicen, los amores y los reencuentros, los amigos, esos que siguen de este lado del río. Como la canción de Jairo, «nunca tuve un amigo igual», dice una estrofa en Tiernamente AMIGOS.

En lo muy personal, rescato la pertenencia, los aromas de comida que salían de alguna casa, las plazas. Me tocó en suerte llegar al barrio con un embarazo recién comenzado, estrenamos familia, amores y departamento casi al mismo tiempo y se sumó a la familia, la otra, la del barrio. El descubrimiento de afectos que se daban con sólo mirarnos, y algo más, esa identidad de barrio que nunca dejó de ser.

En el mismo piso, Saúl y Rebeca, enfrente la dietética de Enrique, que ponía una caja de colores que me avisaban que llegaron los higos de Esmirna, y desde un piso 13 ya los festejaba. Me decía: pareces un transatlántico, deja de comer… el embarazo y la comida se daban la mano.

Hablo de un tiempo no tan lejano, la Democracia y Alfonsín. Nada más.

Fuimos los únicos del piso, siguiendo este hilo conductor, que llenamos de globos y banderas, frases de aliento, ¡BIENVENIDA DEMOCRACIA!   y ese día todos nos saludamos en el ascensor.

Y el ARGOS, palabra mágica que las 24 hs. abría sus puertas en  Álvarez Thomas y Lacroze, acodados en sus mesas los amigos de siempre. Un privilegio.

Ni se te ocurría enfermarte con la farmacia de la esquina de enfrente, tan grande, que asustaba con sus frascos sepia y el sonido ronco del nebulizador, conformaban una visión de película de terror para cualquier chico, niña, aquí noooo! Pero si el Dr. García lo mandaba, era así nomás. De tan correctos los dueños infundían un tufillo de miedo a los pekes. Mi hija por ejemplo, ya entraba desconfiando. Por Dios, que no sea una inyección.

Los amigos que la vida nos daba como un regalo del alma, como Rebe y Saúl, Silvia y Rubén, Pola, el Pirata (el mago más hermoso del mundo), con sus monedas de oro que sacaba de sus orejas ante nuestra mirada asombrada y el asombro de los chicos que agrandaban sus ojos, esto lo vi yo, lo juro, de la mano de nuestra hija Silvia.

Un barrio y sus vecinos, todo momento forma parte de nuestra historia, de nuestro Barrio, y no es cuento.

Un cura, luego Obispo, el Padre Musto, un amigo del alma. Un hombre de las Bellas Artes, Carlitos Milanesi, sus obras en puntillismo, su Amistad con que nos honró y su colaboración y escritos que daban nota a nuestra Chacrita de los Colegiales. Y sí, de ella hablamos.

Y por eso es imposible no recordar y nombrar a una de sus representantes: Beatriz Oquendo, nuestra querida Beatriz. Docente, historiadora, incansable buscadora de tesoros culturales y sociales. Inquieta y hermosa, inconfundible su voz, y su abrazo, sus regalitos a Silvita Rovner, como decía: «va a ser periodista, como el padre». También la historia de amor, sí, historia de Beatriz y Paco, «su casamiento» El Amor que siempre llega.

Con Carlitos Milanessi hicimos un libro de actualidad, «Las Mujeres y el Tango», con tiraje chico, yo sólo lo acompañé en algunos tramos, pero él, generoso, me nombra así. Cómo no quererlo, recordarlo, a otro de nuestros representantes, cuando entré a su casa, me sorprendió una foto sepia de otros tiempos, casi en tamaño natural que te daba la bienvenida. Su padre, Don Alfredo fue el profesor de esgrima del General Perón. Así. Sencillo.

Hoy a decir verdad, entro en un bucle de fascinación no exento de nostalgia cada vez que regreso al barrio de mis amores, y mañana será uno de esos días si Dios quiere.

Un barrio es su gente, y vaya que tiene , sigue teniendo magia, glamm nuestro querido Colegiales, de sur a norte y norte a sur con sus vecinos, primos hermanos Chacarita, Villa Ortúzar, Belgrano y su gente, que lo hace humano y posible, no es poesía de maquetas ni utilería.

A la vuelta de casa, estaba la que fue casa de Don Enrique Banchs, el poeta del romanticismo, ya convertida en una cuasi florería, entre Banchs y «la japonesa» como la llamaban a la señora que atendía entre plantas y flores, ahí cerca por Delgado y Palpa, al otro lado de las torres.

Y hoy volviendo la magia sigue, los lugares entrañables, los emprendimientos de vinos, comidas, las 8 esquinas y la cervecería que lleva su nombre. La atención y la exquisitez de sus platos, un chucrut memorable y cerveza a tono, el momento es inolvidable por la atención con que reciben a sus clientes y amigos, poesía y música, perfecto ensamble y privilegio.

Sé que mañana volveré con Silvia y será un volver a volver a volver, cantado a coro con Gabo Ferro.

GRACIAS POR LEERNOS. AQUÍ ESTAMOS.

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