Un especialista comprobó que, con más variedad de especies vegetales y mariposas, moscas, escarabajos, aves y hasta murciélagos como polinizadores, podría mejorar la producción agropecuaria. Presentó un proyecto de ley para regular la agricultura y evitar, así, los monocultivos.
Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) – El ingeniero agrónomo Lucas Garibaldi se tomó el trabajo de caminar, junto a decenas de científicos de todo el mundo, por hectáreas y hectáreas de campos cultivados en distintas partes del globo. Los escenarios, a pesar de las distancias, solían proyectar una imagen común: una sola planta -tal vez de soja, trigo, girasol o algodón- repetida ad infinitum.
El monocultivo provoca la pérdida de otras especies vegetales y animales, pero la reducción de los polinizadores en particular –aquellos insectos y aves que fecundan las plantas- despertó las alarmas de los científicos y los agricultores, ya que el 75 por ciento de los cultivos más relevantes se benefician de su labor.
Frente a este panorama, el investigador, junto a la Senadora Silvina García Larraburu (FPV), redactó un proyecto de ley para promover la biodiversidad en ambientes cultivados. El texto establece un mínimo de 4 hábitats –de cinco hectáreas cada uno- por cada unidad de 200 hectáreas, en donde al menos un hábitat deberá ser natural. El proyecto, que ya recibió el apoyo del sector de la apicultura, se encuentra en debate en la comisión de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del Congreso de la Nación.
Con este tipo de prácticas mínimas, el especialista propone la biodiversidad frente a la a la dominancia y sostiene que, de esta manera, se podrían mejorar los rindes de los cultivos en un 25 por ciento, reduciendo el impacto de la agricultura sobre el medio ambiente. ¿El secreto? La intervención de mariposas, moscas, escarabajos, aves y hasta murciélagos en la función que generalmente se le relega a la abeja melífera, la estrella de la polinización.
Por otro lado, la agricultura biodiversa no solo se potencia la capacidad productiva, sino que contribuye a la purificación del agua y el aire, y evitan las inundaciones cada vez más frecuentes en la región pampeana.
Según el investigador, las acciones deben ser urgentes, ya que la tendencia mundial es seguir expandiendo la frontera agrícola para incrementar los estándares de productividad, dejando un saldo de millones de hectáreas de bosque nativo deforestadas y una grave pérdida de flora y fauna. Se estima que, en los próximos 40 años, la producción mundial de alimentos tendrá que duplicarse.
A su vez, Garibaldi explica que, frente a la falta de polinizadores, esenciales para una buena cosecha, las soluciones que se toman tienen mucho que ver con el problema que las originó: se alquilan cientos de colmenas para polinizar un campo con determinado cultivo único. Es decir, se reemplaza la variedad de especies por la “dominancia” de unas pocas: la planta y la abeja.
“Nuestra vida depende de ecosistemas saludables. Cuando se van perdiendo los polinizadores, se va perdiendo la salud de nuestros ecosistemas y, por lo tanto, la calidad de vida”, sostiene el investigador, al tiempo que advierte que, para remediar la pérdida, “las acciones en Argentina todavía son pocas”.
Y concluye: “Al interior de la comunidad científica hay consenso sobre que la monocultura, la ganadería y las forestaciones monoespecíficas son la principal causa de pérdida de biodiversidad en el mundo. Este mensaje no es tan obvio fuera del ámbito científico: esas ideas todavía no están llevadas a cabo en Argentina, de modo que podamos evitar y revertir el impacto negativo que genera la degradación ambiental sobre nuestras sociedades”.
Fecha de Publicación: 2018-05-22
Fuente: Agencia CTyS
Publicado en lachacritaonline 22.05.2018