No sólo la población africana sirvió en primera fila como soldados en la guerra de la independencia, en la contienda entre caudillos o en en la GUERRA DE LA TRIPLE INFAMIA (por mandato británico) contra el Paraguay hacia finales del siglo XIX y a modo de adelanto debemos decir que el aporte a la cultura nacional fue absoluto en términos de vocablos, frases e ideas: quilombo, milonga y hasta el mismísimo tango no hubiesen sido tales sin la participación africana. Tumbeiros o peculio fueron términos que denotan distintos momentos en el sufrimiento africano en nuestra ciudad; tumbeiro era aquella barcaza en la que eran amontonados por los tratantes de esclavos allá en el viejo mundo o el peculio que no era otra cosa que el aporte de los africanos pagaban para su propia libertad.
Barrios enteros como San Telmo no hubiesen sido tales o de distinta característica sin ellos e incluso episodios de la historia como la epidemia de fiebre amarilla en 1871 en las que las "fuerzas del orden" les impedían salir temerosos que contagien al resto de la población lo que valió la entrega para pasar a mejor vida de muchos africanos. Digamos la Ciudad y el país en su conjunto sería distinto -ni mejor ni peor, aclaremos- de no haber disfrutado por la presencia africana que sirvieron para mantener económicamente a sus amos ya sea mediante esclavitud directa (en propiedad) o mediante alquiler (se ha comprobado que los sectores pudientes en aquellos momentos los compraban ya sea en Parque Lezama o en Retiro donde estaba el asentamiento francés o inglés de esclavos alquilando su fuerza de trabajo a otros sectores)
Que hubo rebeliones de esclavos? Por supuesto que las hubo y a pesar que con mucha sagacidad los afros eran distribuidos no de acuerdo a los países donde fueron literalmente cazados sino lo contrario y para que no puedan entenderse entre ellos.
Los africanos llegaron a tener su propio diario “El Proletario” dirigido por Don Lucas Fernández quien denunciara la discriminación social existente al punto tal que un niño africano no podía concurrir a una escuela de chicos blancos. Un niño africano, denunció Don Lucas Fernández, debía mostrarse servil al extremo con otros niños no de ese origen. Un africano tampoco podía entrar a una pulpería donde concurrían criollos.
No es casual que hoy día en barrios como Constitución y Once se les decomisen sus mercaderías como si trabajar fuese un delito.
Muchas cosas la ciudad de Buenos Aires le debe a los africanos. Muchas, demasiadas aunque pretenda ocultarlo.
Rendir nuestro homenaje a aquellos hombres y mujeres de ayer que también descendieron de los barcos como cualquier otra inmigración motivó estas dos notas que concluyendo, quisiéramos que alguna vez, los otros inmigrantes, deban darles el lugar que legítimamente le corresponde.