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Luis Schapira, un Vecino importante de Nuestra Ciudad.

Luis Schapira medico de 91 años  en los medios de comunicación: un ejemplo para nuestra sociedad y para cada uno de nosotros.

Un hombre que sigue lo que el corazón le dicta un hombre que sintió su profesión desde muy joven y que cada día apuesta a seguir mejorando, capacitándose y ser un ejemplo no solo para sus pares sino para cada uno que conoce su historia.

Que bella seria nuestra vida, si lo tomáramos como ejemplo de vida, nuestra cultura estaría más enfocada en ser mejores como humanos y en ayudar al prójimo… Sin lugar a duda escuchar lo que nuestro corazón nos dice. El doctor Schapira sirve como ejemplos a  otros a que también busquen cumplir día a día sus sueños, que es sin más… tener vocación y sobre todo ser felices con lo que uno hace, más allá de cualquier desafío que se interponga.  

Luis Schapira, con 91 años medico jubilado va con su marcada vocación de servicio y el amor que siente por la medicina hace del hospital Fernández su segundo hogar. Aquí creó la cátedra de Clínica Médica y fue profesor durante 40 años.  Su historia se dio a conocer a través de un títere cuando una usuaria publico una foto, en la que aparece con su delantal blanco y su bastón, escribió @VayaAspirina: «Cuando te preguntes qué es la vocación, acordate de este médico jubilado que sigue viniendo ad honorem al hospital»

«Sigo yendo porque amo a la medicina y al hospital público. Me gusta aprender aunque sé que me quedan pocos años para ejercer, sigo estudiando y me gusta escuchar a los jóvenes a los que dirigí cuando hicieron la residencia. Las mañana son los momentos más lindos de mis días», afirma Luis en diálogo telefónico con LA NACION.

Su historia, hizo de su vida un hombre de esfuerzo y constancia.

Nació en el seno de una familia judía en un humilde pueblo de Entre Ríos sin luz eléctrica ni agua corriente. Su familia estaba formada por su madre Adela, ama de casa, que se encargaba de cuidarlos a él y a su hermano Samuel, quien murió de joven por un cáncer fulminante de pulmón. Su padre tenía un «boliche» donde se «vendía de todo», también cuenta a la Nación  una de las anécdotas: «En esa época había plagas de langostas entonces se ponían barreras en el pueblo para evitar que invadan y mi padre vendía bolsas de langostas al Estado», rememora.

Hizo la mitad de la primaria allí y cuando tenía nueve años se mudaron a otro pueblo más grande, a 15 minutos de distancia en tren, donde finalizó sus estudios. A los 13 años, viajó con su familia a Buenos Aires para instalarse definitivamente. Vivían en una casa inmensa serían los conventos de esa época done alquilaba la hermana de su madre; Adela cocinaba para las catorce personas de esa casa y a su padre le costó conseguir trabajo y vendía flores artificiales por muy poco dinero.

Cuando se recibió de bachiller en el Mariano Moreno, hizo el ingreso a Medicina era el más afín a lo que había estudiado en el secundario. Mientras tanto, trabajaba para la Empresa Argentina de Prensa y Publicidad, donde hacía stencils y grababa artículos destinados a los diarios del interior en contra del nazismo en la época de la Segunda Guerra Mundial. Sus ingresos no bastaban para costear los libros: no se compró ninguno en toda la carrera y se sentaba largas horas en las bibliotecas públicas, la del Partido Socialista, que luego fue incendiada en un acto político, la del Consejo Nacional de Educación y la de la Facultad de Medicina.

Recién en cuarto año, cuando ingresó como alumno practicante al Hospital Alvear, empezó a apasionarse por “el diagnóstico de enfermedades» su primer jefe Lucio Sanguinetti, fue quien lo ínsito y motivo a enamorarse la medicina, que según cuenta «sabía una enormidad». Los diagnósticos al no haber todas  las herramientas que hay ahora, el Doctor y Jefe Lucio Sanguinetti hacia sus diagnósticos con su interrogatorio y sus manos, resumía maravillado. La lección más valiosa, se la dio un libro de Michael Balint, un psicoanalista y bioquímico británico que estudiaba el vínculo del médico con el paciente: «Me di cuenta de que lo que había que tratar es al enfermo y no a la enfermedad: vincularme con los enfermos y buscar la forma de ayudarlos», relata.

Su carrera despegó durante esos años y se orientó en medicina clínica: «En mis 65 años de médico pasé por el Hospital Alvear, por el Rivadavia, por el Ramos Mejía y terminé en el Fernández. En todos ellos hay un conjunto de profesionales que «se pone la camiseta del paciente» y lucha, lucha, lucha tratando de solucionarle todos los problemas», dice con énfasis.

Su amor por el hospital público atraviesa cada una de sus frases: «El paciente internado recibe tan buena atención que lo que suelo decir es «pobre la gente de dinero, no hay que discriminarla, debiera tener tan buena atención como la que el hospital público le brinda a sus pacientes»». Cuenta que lo que más extraña tras la jubilación es el contacto directo con los pacientes.

Gracias doctor Schapira por ser el impulso para muchas personas a seguir desafiándonos. Gracias por su espíritu de superación y por ser un ejemplo para nosotros. La Chacrita de los Colegiales está orgullosa de que sea un modelo a seguir  en nuestra sociedad y principalmente siga apostando ayudar al prójimo en el hospital Fernández. Consideramos que gracias a que se dio a conocer su historia Debería ser considerado Ciudadano ilustre de nuestra Sociedad.

Fuente http://www.lanacion.com.ar/

Subida 21.10.2018

En la chacrita de los colegiales y en nuestro portal

 

 

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