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MARTINA CÉSPEDES: Nombres de nuestras calles

Martina Céspedes,

Sargenta Mayor del Ejército en 1807                               

Escrito por Norma Loto  

 

Placa conmemorativa en su casa de San Telmo

 

Buenos Aires, agosto (Especial de SEMlac) «Señorita, hay unas rejas que pertenecieron a la casa de Martina Céspedes. Están expuestas en la escuela (Rawson)», dice el escritor Avelino Carril a SEMlac. Las rejas y sólo las rejas conforman las huellas del pasado de Martina Céspedes y, quizás, ese exiguo vestigio refleja el poco reconocimiento que la historia oficial les dio a las mujeres que lucharon por la independencia de las Américas.

 

«Martina Céspedes era una vecina de San Telmo, que estuvo en el centro de los sangrientos sucesos que la tuvieron de protagonista en el segundo ataque inglés. Tenía tres hijas lindas y retozonas dedicadas a sus labores mientras atendían un estanco de tabacos y bebidas», define la escritora Susana Dillon en su libro Las locas del camino, (edición Universidad Nacional de Río Cuarto).

 

La vida de Martina transcurrió en tiempos de colonias y Buenos Aires era la ciudad capital del Virreinato del Río de la Plata, una entidad territorial creada por el Imperio Español e integrada por las gobernaciones del Paraguay, Tucumán y del Río de la Plata y el corregimiento de Cuyo.

 

En 1806, la ciudad de Buenos Aires fue invadida por tropas inglesas, pero los invasores fueron vencidos por soldados comandados por el Virrey Santiago de Liniers, junto a las milicias populares porteñas.

 

Un año después, en 1807, nuevamente las tropas inglesas intentaron tomar Buenos Aires. El ataque fue un fracaso porque las milicias oficiales y la población nativa, armada con más cascotes que armas, nuevamente lograron vencer a los europeos. En esta gesta tuvo un importante papel Martina Céspedes.

 

Avelino Carril, en su cuento «Nuestra Defensora del Barrio, Doña Martina Céspedes» relata: «entre los vecinos animosos, que se quedaron desafiando el peligro, estaba doña Martina Céspedes, que con sus tres hijas atendía un pequeño negocio en su propiedad (hoy Humberto Primo 355), en el barrio del Alto. Los ingleses entraban en los almacenes abandonados por sus dueños para proveerse de bebidas y comestibles.»

 

«Doce de los soldados británicos se aproximaron, algo ebrios, a la casa de doña Martina, —sigue el relato— quien sin temor alguno los recibió en el umbral, prometiendo darles lo que pedían, con una condición: que penetrasen de a uno por la puerta entreabierta al interior del negocio. Al entrar el primero, doña Martina cerró la puerta, y aprovechando el estado de embriaguez en que se encontraba el soldado, ayudada por sus hijas, le quitó el arma para amarrarlo… y así hizo con los demás».

 

Ebrios y maniatados, 11 fueron entregados al Virrey Liniers. Sólo 11 soldados, porque del duodécimo dijo Martina al Virrey: -«¡Vive Dios! Es libre y es prisionero de Josefa, hija mía, y todo entero. Y prendidos por amor todo es posible. Se aman y el amor es invencible».

 

La valiente acción de la aguerrida Martina fue premiada por el Virrey Liniers, quien la nombró Sargento Mayor del Ejército con derecho a sueldo y al uso de uniforme.

 

Dice Liliana Dillon en Las locas del camino: «Esta mujer seguiría con las acciones revolucionarias. A los años se la solía ver, en los días festivos, pasear con su uniforme junto a los grandes de la patria, esa patria que ella habría ayudado a nacer».

 

Algún que otro escrito perdido relata que aún en 1825, cuando el General Juan Gregorio Las Heras era el gobernador de la provincia de Buenos Aires, en una procesión del Corpus Christi se vio a Martina marchando con su uniforme.

 

La defensora de San Telmo

 

San Telmo es hoy el barrio porteño que más guarda las huellas de la época colonial. Sus calles adoquinadas están rodeadas por construcciones vetustas y pareciera aún percibirse el hedor de los muertos por la epidemia de fiebre amarilla.

 

«San Telmo era la primera zona que tomaban los ingleses cada vez que invadieron», cuenta Avelino Carril a SEMlac.

 

Relata el cuento del escritor: «Las tropas inglesas vienen por la calle de Santa Bárbara (actual avenida San Juan), también por la del Puerto (actual Humberto I) ¡y van por La Residencia! (conjunto de edificio construido por los Jesuitas, hoy formado por la Iglesia de San Pedro González Telmo y el Museo Penitenciario Antonio Ballvé). ¡Nos invaden a la defensa y hasta el fin de la resistencia! Una tal Martina Céspedes, abriéndose paso a los empujones entre los vecinos celebrando, logra llegar hasta Liniers».

 

«He propuesto a los vecinos cambiarle el nombre a la calle Humberto I para que se llame Martina Céspedes», dice Carril a SEMlac. En lo que hoy se denomina Humberto I, en su cuarta cuadra, estaba el domicilio de esta mujer.

 

Lamentablemente, de su casa no queda nada porque, luego de haber sido destruida, se construyó un edificio moderno y después, cuando ya era tarde, se aprobó la ley que protege edificaciones históricas.

 

La idea de Carril no prosperó. Él planteaba que, al menos ese tramo de la calle, llevara el nombre de la heroína. Porque, acaso, «¿quién fue Humberto I? Fue un príncipe italiano asesinado por un anarquista y que nunca conoció la Argentina», dice el escritor. Con ese razonamiento, invita a pensar cuánta deuda tiene la memoria argentina con un sinnúmero de hechos y personas que actuaron tras las luces, edificando la independencia.

 

Martina no es la única mujer heroica de las gestas revolucionarias que la memoria argentina ignora. Sin embargo, muchas otras cuentan con una legitimación en la memoria colectiva, como Manuela Pedraza, que peleó junto a su marido en la primera invasión inglesa; o Juana Azurduy, guerrillera del Alto Perú, entre otras. Es más, en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de puerto Madero, varias calles llevan nombres de mujeres.

 

Aunque Carril se empeñe en nombrarla Defensora de San Telmo, no hay nada en la ciudad de Buenos Aires que la legitime como heroína del proceso revolucionario argentino. Es escaso el recuerdo de la historia nacional sobre esta heroína.

 

Según el escritor, la invisibilización de esta mujer se debe a que «la gente antigua —como yo— dice que Martina Céspedes prostituía a sus hijas». Nadie sabe si eso fue verdad. No existe registro de su moral, salvo la historia oral que lo sigue afirmando y que, a la vez, lo sigue negando.

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