Marzo no es cuando comienza el otoño
ni tampoco el inicio de clases
y el revuelo blanco del guardapolvo.
Marzo es el mes de los temblores,
de la censura y la muerte
del acecho en cualquier esquina,
de las ausencias profundas y eternas,
el mes de las flores que
nunca pusimos en sus tumbas,
el de los gritos de horror
en las mesas de tortura
el del miedo y el espanto
grabado a fuego
el del cuerpo temblando de desasosiego.
No, mi amor, marzo no es el mes del otoño
es el mes del sobresalto
en las madrugadas
con olor a pólvora y
verdes falcons y uniformes.
Es el mes en que nos
arrancaron a ella, a él, a sus hijos
y sus sueños… y a todos ellos.
Marzo, mi amor, es un
mes de rabia y de furia
de tristeza mal habida y
de huecos como abismos,
mientras los de siempre
festejaban su triunfo en la bolsa
y se regodeaban con el olor a dólares
verdes, como los uniformes,
y se repartían nuestros
destinos en los bancos
y se bañaban en champagne y sangre.
Marzo, mi amor, cambió de nombre
le llaman memoria, pero
con el paso del tiempo
para muchos queda lejos,
demasiado lejos
como un capítulo más
en un libro de historia…
Y mientras para tantos
es pretérito indefinido
para nosotros el verbo
siempre es presente.
Presente el verbo,
presentes los que nos arrebataron
presente tu presente,
mi amor, que me acompañas
dichoso, que no llevas las
marcas en el cuerpo.
Marzo, mi amor, es un
mes donde por los poros
nos florecen ellos
y reviven los amores,
sus gestos y sus rostros tersos
mientras resucitan
nuestro lejanos sueños.
Marzo, mi amor, no es el otoño
el otoño somos nosotros
que nos ponemos viejos
y vivimos de nostalgias y recuerdos
llenos de sombras,
puñales de desvelo.
Para vos, mi amor, marzo es vida y,
para nosotros, mi amor,
marzo es herida abierta,
la interrupción del tiempo.
Estela Pereyra