Para muchos de nosotros, si bien sostenemos algunos cuestionamientos concretamente referidos al abuso de la corriente eléctrica en los nuevos edificios de Palermo viejo donde nos encontramos con termotanques y calefones que no dependen para su uso de gas y sí de electricidad –lo que estimamos es un despropósito cuando ésta no es un bien renovable-, la balanza entre lo positivo y lo negativo nos indica que arterias como Bonpland, Carranza, Fitz Roy y otras antes eran en especial en horas de la noche un cementerio, peor aún con su empedrado destruido por el paso del transporte automotor, hoy ha cambiado para bien e incluso el derruido puente de Soler que era la fotografía del descuido, hoy luce y reluce por su utilidad y belleza.
Palermo, el viejo Palermo, una mezcla de negocios dedicados a la venta de productos de granja y hortalizas como consecuencia del funcionamiento del ex Mercado Dorrego pero también de viviendas peligrosas en su conservación construidas a los costados del paso de las formaciones ferroviarias o de locales dedicados al arreglo de las necesidades de autos y camionetas o autopartes, ahora reluce por bares y restoranes agiornados a las necesidades del momento con las productoras independientes de televisión o los medios de comunicación que les da vida y sostén.
Antes con sus calles oscuras, repetimos, parecía un cementerio aquel Palermo Viejo que arrastraba los sinsabores del irresuelto arroyo Maldonado o del negocio explotado por proxenetas no quedando exento los taitas y compadres que resolvían sus pleitos o pareceres a punta de cuchillos. No fue una casualidad el nombre del CaféLa Puñaladaen el cruce de la avenida Santa Fe con Juan B. Justo; tampoco fue una casualidad la zona roja en la calle Godoy Cruz o la extensísima playa de maniobras en la intersección de Paraguay con Juan B. Justo y que próximamente funcionará en las ex Bodegas Giol el Ministerio de Ciencias y Técnica dependiente del gobierno nacional.
Hoy Palermo viejo es otro barrio, por lo menos más vistoso, por lo menos más sobreacogedor con los sueños de los jóvenes que entregan otra fisonomía, otro andar e incluso otra personalidad, a un barrio que se fue y éste que viene.
En horabuena que así sea.
Palermo viejo ha concretado un cambio de época y quizás éste sea el destino que le toque a nuestro barrio de Colegiales.
¿Quién puede afirmarlo o negarlo sino el paso del tiempo?