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SUCEDIO EN COLEGIALES, AQUI CERCA Y NO HACE MUCHO TIEMPO

Esta es la historia más real que se me ha contado y así como me la contaron, yo se la cuento a ustedes con la sola salvedad que los nombres de los protagonistas han sido cambiados con la sola finalidad de pretejer la intimidad de quienes han sido sus protagonistas.

Una docente y un trabajador de aquellos que en otros tiempos hubieron iban a un mismo lugar, a un mismo sitio; la docente para volcar sus saberes para cuanto vecino le interesara la música o las costumbres folklóricas y el trabajador, porque era un hombre de tierra adentro, quizá extrañando los tiempos idos, fue que un día se anotó para presenciar y disfrutar aquellas charlas no convencionales que la docente, quien había sido maestra de frontera, contaba y comentaba a quien quería escucharla.

Sucedió en el barrio de Colegiales, a pocas cuadras del cruce de las avenidas Federico Lacroze con Álvarez Thomas, siguiendo por la avenida Córdoba –paralela a la última de las nombradas anteriormente- cuando aquella docente manifestaba su devoción por el médico Dios quien no es otro que el Dr. Esteban Laureano Maradona.

José, un hombre con una ternura que manifestaba en cada una de sus acciones, prontamente se sintió atraído por Raquel, por su manera de expresarse, por su manera de entregarse e incluso por la pasión puesta en recordar lo folklórico de nuestra tierra en cualquiera de sus expresiones.

En un primer momento José para Raquel era un oyente más, uno de los quince que la escuchaban con dedicación los viernes a las 17 hs., donde ella iba a charlar –no a dar clases- sobre la vida, la existencia y la responsabilidad de aquel médico formoseño que decidió en un momento de su vida dedicarse a curar a los lugareños allí mismo en la selva, donde la medicina convencional tantas veces no llega viviendo como cualquier otro, sufriendo como cualquier otro, alegrándose como todo lugareño pero por sobretodas las cosas, disfrutando del contacto diario con la naturaleza,  un regalo de la vida que no muchos aprecian.

De este modo se conocieron y poco a poco comenzaron a tratarse e incluso a buscarse, alguna vez entrecruzando sus miradas como diciéndose “no me eres indiferente”, un hecho no premeditado pero no por eso menos real de todas aquellas historias que suceden en esta Buenos Aires tal vez algo mezquina para los hechos del amor a primera vista.

No pasaría mucho tiempo en que José con cualquier pretexto buscara quedarse luego de la charla para trabar diálogo con Raquel.

Es que José había vivido su existencia como se la debe vivir; se había hecho hombre no sufriendo como algunos piensan que así deben hacerse los hombres, sino y muy por el contrario fundamentalmente madurando su existir, aprendiendo de las cosas bellas, tomando como propia cualquier experiencia cotidiana.

El tiempo hizo lo demás.

Poco a poco, aquellas charlas se fueron extendiéndose entre ambos. José sabía que la apasionaba a Raquel y ella sabía que aspectos desarrollar que atrapara la atención de este hombre que de pequeño llegó de su Formosa natal para quedarse en la ciudad para siempre.

De este modo nació en principio una amistad y que con el tiempo se convirtió en amor aunque enamorados uno del otro siempre estuvieron.

Así nació el amor a la tercera edad como a quien dice gusta llamarla pero que más que una historia de las tantas, fue una vivencia como cualquier otra y no por eso, menos importante.

Sobre ellos fue escrito un libro y de ellos, mil historias se han escrito y también se han publicado e incluso, hasta algún reportaje se hizo en los llamados medios masivos.

Esta es una historia de amor pero que más que historia fue una realidad y sucedió en el barrio de Colegiales cuando todavía no se había producido la demencia leguleya que nos separara de Chacarita, colocando un barrio en una comuna y a Colegiales en otra de la demencial idea de dividir la ciudad como a unos pocos se les antojó sin, claro está, consultar a nadie e incluso a contramano de la historia.

Esta es la historia de José y Raquel y del amor en la tercera edad. Muchos vecinos aún los recordamos a pesar del paso del tiempo porque iban caminando tantas veces tomados de la mano como los noviecitos de entonces.

Esta es la historia que quisimos contarles, la más real de todas y así como me fue contada, ahora se la cuento a ustedes…

 

 

 

 

 

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