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BALAMANÍA, «UN DIA COMO HOY NACIO NUESTRO AMADO BALA»

Carlitos Bala, el hombre que se reinventó.

Su aliado: el humor.

Nuestro hombre-niño infinito nació en Chacarita, el 13 de agosto de 1925. De origen libanés por su padre, y croata por su mamá. Un niño tímido en extremo que hacía reír a fuerza de histrionismo, creando personajes que estrenaba con sus amigos. Su primer público.
Carlitos Balá era hijo del carnicero Mustafá Balaá y Juana Boglich, en su puesto armaba los escenarios para exponer sus obras al público infantil. Utilero y actor. Comediante.
Del chico tímido convertido en el «cómico» del barrio. Así pudo ganar un concurso, faltando a clases. La esperanza de los padres era que pronto se le acabaría la manía de actuar. Por el contrario, Carlitos siguió con más fuerza que nunca empeñado en triunfar como actor. Y lo logró. Sigue haciendo reír.
Pasó por la radio, que era la «estrella» que encendía las tardes en familia, con elencos multiestelares. Nada le impidió ser primera figura.
Su humor ingenuo, sus personajes y sobre todo un novedoso idioma que él mismo había creado. Unido  a su magia personal, lo convirtieron en un número Uno. 
La Línea donde creaba sus personajes. El 39. De Chacarita a Barracas. Aparecía Carlitos brindando los sketchs más insólitos. 
Pasó a ser el Cómico y actor más imitado: con su gorra y su flequillo. Filmó películas como protagonista, con elencos variados. En plena calle Corrientes llenó teatros. El Circo de Balá lo vió brillar con su troupe de personajes mágicos. Cuando la televisión pasó a ser parte integrante de la familia argentina, él, Carlitos, llenaba las tardes del 13. El tenía una misión que cumplir y lo hizo a rajatabla, nunca mejor usada la palabra: hacer reír a los más chicos.
Balamicina y Telecómicos lo vieron en su staff. El sobresalía de la vulgaridad y el mal gusto.
Creador de frases y palabras:  Qué gusto tiene la sal… Mamáaa cuándo nos vamos… Petronilo, Buenos Aires te queda chica… EaEaEapepéee!!! …Sumbudrule»… Un kilo y dos pancitos…
Podríamos hablar de su vigencia, su reinvención junto a Panam y Piñón Fijo…Podríamos hablar del hombre que hizo reir a varias generaciones, con sus ojos brillantes y su sonrisa de Feliz Navidad. Era así.  
Cuando lo encontraba su público él salía a su encuentro, como quien saluda a un amigo, y se dejaba querer con su sonrisa, jamás impuesta. El sol asomaba en sus ojos. Y no es publicidad.
El Angueto. Su perro invisible, pero no tanto.
En sus espectáculos, sobresalía su perro, el Angueto. De él sólo se veía su collar, siempre el mismo.
Cuando por error le cambiaban los utileros el collar a su perro, se rayaba mal como dicen ahora. «Éste no es, el collar!» gritaba entre bambalinas.
Hoy Carlitos sigue siendo una leyenda. Tan querido y recordado. Y en este mundo de consumo rabioso e individualismo a ultranza, queremos recordar la faceta más humana si se quiere de Carlitos: su entrega a los más chiquitos, en los hospitales. Allí llegaba con o sin un cámara a visitarlos. Nada impedía su comunicación con ellos. Y él hacía la mejor actuación, sin papeles previos, para sacar sonrisas y carcajadas a los niños y niñas que se encontraban en terapias o internados. Era su mejor papel, casi un rey mago, con su flequillo y su gorra. Los Balacitos lo amaban como nosotros. Ternura, entrega y amor, la mejor medicina y la risoterapia del alma que llegaba a los rincones del alma, ése que esperaba una caricia.
Por eso y por más te queremos, te extrañamos y por fin sabemos Qué Gusto Tiene la Sal: la de tu Ternura.
EAEAPEPEEE!!!!
GRACIAS CARLITOS BALA

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