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Por Emilia Viaggio
El Día Internacional de Oposición a los Alimentos Transgénicos, celebrado cada 8 de abril, aborda un tema crucial que impacta nuestra agricultura, nuestro medio ambiente y, sobre todo, nuestra salud. Es una jornada que surge como respuesta a la creciente preocupación por los efectos desconocidos y los riesgos asociados con la producción y el consumo de alimentos modificados genéticamente.
En el año 2006, más de 100 organizaciones internacionales provenientes de más de 40 países se unieron para establecer este día como un llamado global a la acción. La elección de la fecha no fue aleatoria, sino que se alineó con eventos internacionales relevantes en el ámbito de la biotecnología agrícola, resaltando la importancia de abordar esta problemática a nivel mundial.
Los alimentos transgénicos, conocidos también como Organismos Genéticamente Modificados (OGM), han sido objeto de un intenso debate en el que se enfrentan posturas encontradas. Si bien se argumenta que estos alimentos pueden ofrecer ventajas como una mayor productividad y resistencia a las enfermedades, también plantean riesgos significativos para la salud humana y el medio ambiente.
El primer alimento transgénico comercializado fue el tomate Flavr Savr, desarrollado por la empresa biotecnológica Calgene en 1994 para su comercialización en Estados Unidos. Este tomate fue modificado genéticamente para retrasar su proceso de maduración y mejorar su vida útil después de la cosecha.
Las primeras contraindicaciones y preocupaciones sobre los alimentos transgénicos surgieron poco después de su introducción en el mercado. En el caso del tomate Flavr Savr, se encontraron posibles efectos alergénicos y toxicológicos asociados con su consumo. Además, surgieron inquietudes sobre los posibles impactos ambientales de los cultivos transgénicos, como la transferencia de genes modificados a especies silvestres y la creación de «supermalezas» resistentes a herbicidas. Estas preocupaciones fueron documentadas y discutidas en varios estudios científicos y evaluaciones regulatorias a lo largo de los años siguientes.
Además de posibles reacciones alérgicas y efectos negativos en la microbiota intestinal, existen preocupaciones adicionales que merecen atención. Estas incluyen la creciente resistencia a los antibióticos, el impacto en la biodiversidad y el aumento de la dependencia de grandes empresas agroindustriales, lo que puede conducir a una pérdida de autonomía y diversidad en la producción de alimentos.
Frente a estos desafíos, surge la necesidad de explorar alternativas más sostenibles y respetuosas con el medio ambiente. La promoción de la agricultura ecológica, la agroecología y la diversificación de los cultivos son algunas de las estrategias que pueden contribuir a un sistema alimentario más equitativo y resiliente. Asimismo, es fundamental fomentar una mayor transparencia y participación pública en los procesos de toma de decisiones relacionados con la ingeniería genética y la producción de alimentos.
El Día Internacional de Oposición a los Alimentos Transgénicos nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre el futuro de nuestra alimentación y el papel que desempeñan la ciencia y la tecnología en este contexto. Nos invita a considerar no solo los posibles beneficios, sino también los riesgos y las implicaciones éticas de nuestras decisiones alimentarias. Al hacerlo, podemos trabajar hacia un sistema alimentario más saludable, sostenible y justo para todas las personas y el planeta en su conjunto.
Afortunadamente, en nuestros barrios contamos con el Colectivo Reciclador, un grupo vecino de huerteros voluntarios que promueve la seguridad alimentaria y un ambiente digno a través de huertas urbanas compostaje comunitario y proyectos de mejora urbana. Su experiencia y visión crítica lo lleva a presentar proyectos de ley como el de huertas públicas agroecológicas en búsqueda de un cambio positivo en la sociedad punto seguidos en sus redes: elrecicladorurbano
