En esos tiempos tan remotos pero tan actuales como nos enseña Francisco I, la diferencia entre los hombres era tan real como lo son hoy. Poseedores y desposeídos resultaba tan evidente que a los ojos de quien quiera así verlo resultaba innegable.
La Última Cena desde este punto de vista fue aleccionador: no fue otro el mensaje sino que «la vida es servicio»: Jesús junto a María Magdalena y los demás discípulos anunció que alguno de los comensales lo iba a traicionar; posteriormente, para no quedarse en meros enunciados lavó los pies de los concurrentes. En efecto, lo traicionaron. Pero no fue Judas tan sólo el traidor y seguramente, debemos preguntar si Judas y Pilatos son personajes históricos y no se encuentran a diario entre todos los mortales.
En Roma el Papa Argentino expresó sentidas palabras que fueron más allá del acto de la fe:
«Te miramos, Jesús, clavado en la Cruz. Y surgen preguntas apremiantes: ¿Cuándo será abolida la pena de muerte, practicada todavía hoy en día en numerosos Estados? ¿Cuándo será borrada toda forma de tortura y la supresión violenta de personas inocentes?», fueron algunos de los interrogantes expuestos en el texto del Via Crucis, escapando a todo ceremonial pero en relación directa con las realidades este mundo que como aquel valía mucho más las posesiones terrenales que la vida de los desposeídos.
Antes como nos tiene acostumbrados, Jorge Bergoglio rompiendo toda clase de ceremoniales había entrado en contacto con la gente en forma directa que no es otra cosa que lavar los pies de los presidiarios, acariciando niños, bendiciendo a todo aquel que deseaba tener el hermoso recuerdo de haber estado junto al Papa, al menos unos segundos.
¡Qué distinto a aquellos que la investidura les hace creer que tienen mayor importancia que el ciudadano de a pie!
Los tiempos han cambiado y Jorge Bergoglio, el hombre que viajaba en subte no iba a renunciar a todos sus pensamientos, a todos y cada uno de sus sentimientos y como ayer nomás, junto al Padre Pepe di Paola integrante del equipo de curas villeros, disfrutaba comiendo asado con los que menos tienen e incluso, merendando con ellos.
Una de las meditaciones de las 14 estaciones se refirió a los «niños y adolescentes desposeídos de si mismos, heridos en su intimidad, profanados de forma bárbara» por la lacra de la pederastia. También se aludió a la «condición de los niños soldado, al trabajo que se convierte en esclavitud» y, más ampliamente, «a la trata de blancas».
Pero su prédica no se agotó en palabras, el mismísimo Francisco I dio la orden de entregar 300 sobres con dinero para que, por lo menos esa noche no duerman a la intemperie quienes son víctimas del un mundo volcado a lo financiero pero olvidadizo del hombre común donde por ejemplo en España, Rajoy rebaja subsidios para entregarles eldinero a los bancos.
Entretanto, en nuestra propia Ciudad 450.000 fieles desde la calle Loria hasta la Catedral en Plaza de Mayo cargaban una cruz que esperamos que, además, de la cuestión de fe que respetamos y aplaudimos, se tome conciencia que se es un auténtico cristiano siguiendo la filosofía Cristiana, juntándose con aquellos que padecen enfermedades, hambre y misería en un gesto tan parecido cuando aquel pueblo en la antigüedad eligieron a Barrabás.
¡Que mayor miseria que aquella de no poseer agua potable, vivienda confortable y soportar el baño de veveno arrojado desde las avionetas contaminando el medio ambiente! ¡Qué mayor miseria que despreocuparse de la humilde niña violada oponiéndose al aborto defendiendo nose qué cosa porque si se defiende la vida también ha de defenderse de esta niña que por no tener medios debe ir a la curandera del barrio! ¿Su vida no interesa nada acaso? ¿Qué debe hacerse con la deficiente mental que la dejan embarazada? ¿Su vida tampoco vale?
¿El fusilamiento del Padre y Camila no significaba fusilar al mismo amor? Camilia estaba embarazada y fusilándola se fusiló también a quien gestaba.
Muchas más preguntas podríamos hacer pero el espacio nos es escaso. Sólo quisiéramos un acto de conciencia de quienes se dicen cristianos o abrazan cualquier otra religión.
Ser creyente no es llevar los hábitos, no es lavarse las manos, no es hacer diferencia entre poseedores y desposeídos. Precisamente y dicho en pocas palabras hacer realidad aquella expresión de Jesús: «TODO HOMBRE ES MI HERMANO», dicho con el corazón y no con la palabra.