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LA QUINTA BOLLINI EN LA HISTORIA BARRIAL.

quinta bollini SEGUNDA PARTE El Profesor Don Diego del Pino y el  Arquitecto Don Jorge Boullosa, recientemente fallecido, que tanto han hecho para que las jóvenes generaciones conozcan aquel barrio ya ido, trataron sin ser tal vez el objetivo principal de sus múltiples trabajos sobre aquel otro barrio no menos nuestro que el actual quien presenta el paisaje de boliches nocturnos, casas de comidas, no quedando exentas los comercios de alta costura y ropa de esmerada confección.

La esmerada visión de estos historiadores del barrio nos permite conocer los por menores del pasado y sus pioneros tales como Don Agustín Comastri o Francisco Bollini, célebres entre otras cosas por ser propietarios hacia fines del Siglo XIX de amplias posesiones de tierras en las cuales tenían sus plantaciones de frutas, hortalizas y demás.

Así es como el arquitecto mencionado, Don Jorge Boullosa, nos menciona en su imperdible libro «El Bajo de Colegiales y sus alrededores» parte de la quinta Bollini integrada por la traza de las calles Santos Dumont, Matienzo, Cabildo, Santa Fe, Charcas, Av. Juan B. Justo , Niceto Vega y Alvarez Thomas.

Francisco Bollini, un inmigrante de origen italiano, fue un poseedor de amplias tierras en el barrio compitiendo con su connacional Agustín Comastri luego de la caída del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, no quedando exento algún pleito judicial entre ambos (Ver «Para una Historia de los barrios de Chacarita y Colegiales» del Arquitecto Jorge Boullosa, pág. 56, donde la justicia falló en favor de Don Agustín  en cuanto a la disputa de tierras fiscales.

La caida del Restaurador de las Leyes interrumpió la tranquilidad que conocíamos hasta 1852 bajo su gobierno, largos años de los lógicos errores de mandatos tan extenso. Sin embargo, caído Rosas se irían a instalar aquellos a los que se conoce como la Generación del Ochenta, amantes de la filosofía positiva de rango liberal, amantes de cultura afrancesada y de la economía inglesa.

Esta pundonorosa generación que acusaba a Don Juan Manuel de tirano y por consiguiente antidemocrático, llegaba a adueñarse de nuestro país guardando en sus alforjas los crímenes democratizantes del gaucho, del indio (la Campaña del Desierto del general Roca) y del negro a quien mandaba como carne de cañón a la Guerra de la triple INFAMIA contra el hermano pueblo del Paraguay en función de intereses no precisamente patrióticos.

A su vez Don Juan Manuel también era un rico estanciero de nuestro barrio cuya actividad se encontraba más orientada hacia el comercio vacuno que a las plantaciones. Sus posesiones amplias se encontraban en la zona de Palermo y su escritorio estaba ubicado en donde hoy se levanta el monumento a Sarmiento: ¡Vaya reedición de dos temibles adversarios que en su época escribieron las páginas del desencuentro argentino!

¿Por qué nos hemos detenido en la figura del Restaurador de las Leyes? Muy fácil explicarlo.

Con la llegada de esta noble generación se inicia un período que condicionaría las próximas décadas basadas con la llegada de legiones de inmigrantes corridos por las persecusiones políticas, sociales, raciales y demás en sus países de orígen. No llegaron alemanes, ingleses y de raza nórdica como añoraba el autor de Civilización o Barbarie. Llegó el italiano del sur, el judío escapando de un antisemitismo cruel en muchos países del «mundo civilizado» esto es decir Europa, a cuyos gobiernos les molestaba tanto «morocho» suelto y prontamente dispuesto a hacer realidad los conceptos de la Comuna de París cuyos mentores eran nada más ni nada menos que Marx y Engels o de ideales anarquistas o, peor aún, el anarco-sindicalismo.

La caída de Don Juan Manuel y el triunfo de la larga prosapia intelectual muy por el contrario, traería los brazos fornidos de aquellos perseguidos a los que hicimos alusión más arriba.

Muy por el contrario no vinieron  integrantes de la raza nórdica, llegaron si anarquistas y otros con ideas devenidas de la Revolución Francesa.

El saldo entonces de la batalla de Caseros en 1852 fue muy distinto al soñado. En los hechos, la consecuencia de este dislatado pensamiento provocó dado el hacinamiento y promiscuidad al que eran sometidos los recién llegados con una de las más crueles invenciones: el conventillo, donde sus habitantes conocerían las epidemias de Cólera, tifus y Fiebre Amarilla en escala cada vez mayor hasta llegar a la de 1871.

A modo de adelanto de la segunda parte de imprescindible conocimiento citaremos la expresión de una jubilada docente que bajo el nombre de Mandy en su texto «De la “Quinta Bollini” a “Palermo Hollywood” , nos expresa:

«Yo nací en este barrio, cuando los restaurantes y las casas de diseño no caracterizaban su geografía. Era un barrio de casas bajas, algunas con huerta y gallinero incluídos, de terrenos baldíos, bodegas, corralones y herrerías. La Vascongada y La Martona eran los antecedentes de Sancor y La Serenísima, La Superiora tenía su propio local de vinos, por el que pasábamos a diario para ir al colegio. Había otros edificios emblemáticos: el molino Minetti, Las Clavellinasy más allá La Algodonera, cuyas sirenas llamando al trabajo o anunciando la terminación de la jornada nos resultaban tan familiares como los pregones de los vendedores ambulantes: verduleros, panaderos, lecheros, plumereros y de vez en cuando vendedores de perdices que recuerdo colgadas de un alambre en el patio de mi casa»

La segunda parte de este trabajo, así lo estimamos, es de una necesidad imperiosa de concebir los barrios de Chacarita, Colegiales y parte de Palermo como un tejido interurbano y no como la sumatoria de sectores aislados.

En ese sentido, nos permitimos sugerir a nuestros lectores que esperen la nueva edición de un pensamiento barrial producto de largos años y de caminatas gastando las suelas de nuestros zapatos observando el quehacer vecinal.

 

 

 

 

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