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Los árboles más antiguos y la labor del Vivero de la Ciudad

A lo largo de los años, la Ciudad de Buenos Aires ha implementado diversas estrategias para proteger y conservar sus tesoros verdes. La ciudad reconoce y distingue como históricos y notables a aquellos árboles vinculados a eventos históricos, culturales, ambientales o que se destacan por sus características botánicas, monumentalidad, edad extraordinaria y porte. Este reconocimiento crea un vínculo entre la naturaleza y la identidad única de la ciudad.

En la búsqueda de identificar y preservar estos venerables guardianes verdes, se ha creado un ranking que destaca los cinco árboles más antiguos de Buenos Aires. Sin registros fidedignos de su edad, la determinación se basa en análisis de documentos gráficos y bibliográficos, así como en la fecha de plantación. Este listado incluye magnolias en San Telmo plantadas en 1800, un gomero frente al Cementerio de la Recoleta de mediados del siglo XIX, un aguaribay en la Plaza del Instituto Bernasconi de 1872, una magnolia en el Parque Tres de Febrero de 1875 y un seibo en la Plaza Lavalle de 1878.

Paralelamente, la Ciudad ha implementado innovadoras estrategias para el cuidado y la producción de nuevos árboles. El Vivero de la Ciudad, inaugurado en 1917, se erige como un espacio natural único destinado a la ornamentación de espacios verdes. Su misión inicial, producir árboles y flores para embellecer la ciudad, se ha mantenido a lo largo del tiempo. El vivero utiliza un novedoso domo geodésico para el crecimiento de especies autóctonas, promoviendo la eficiencia y sostenibilidad del proceso.

Este domo, proveniente del francés «dôme» (techo redondo o cúpula), alberga árboles que abastecerán a las 15 Comunas porteñas, promoviendo la producción sostenible y el ahorro de tiempo y recursos. Con un diseño aerodinámico, el domo garantiza estabilidad ante fuertes vientos y un consumo eficiente de materiales, haciendo eco de la apuesta de la Ciudad por la producción de especies autóctonas como el lapacho y el jacarandá.

En su centenaria trayectoria, el Vivero de la Ciudad ha evolucionado para adaptarse a las necesidades ambientales actuales. Desde su primer invernáculo, donde se producen coníferas y palmeras, hasta los canteros con árboles en crecimiento enfrentando las inclemencias climáticas, cada etapa refleja el compromiso de los viveristas con la preservación y el crecimiento sostenible de los ejemplares.

Se destacan cinco árboles centenarios que se erigen como testigos vivos de la evolución de la ciudad. Las magnolias del Protomedicato, plantadas en 1800 y ubicadas en Humberto 1° 343, junto a la Escuela No 22 «Guillermo Rawson» en San Telmo, despliegan sus elegantes ramas como guardianes del pasado, vinculándose a un tiempo en que la ciudad comenzaba a tejer sus primeros capítulos.

Frente al Cementerio de la Recoleta, se alza imponente el gomero de Recoleta, un ejemplar que posiblemente vio la luz a mediados del siglo XIX. Su presencia majestuosa y su sombra acogedora dan cuenta de una época marcada por la transformación y el crecimiento urbano. En la Plaza del Instituto Bernasconi, un aguaribay plantado en 1872 celebra más de un siglo de vida, siendo testigo mudo de la evolución del barrio y la ciudad que lo rodea.

En el pulmón verde del Parque Tres de Febrero, la magnolia Avellaneda, plantada en 1875, despliega su belleza atemporal. Este árbol, con más de 140 años de historia, se integra en el paisaje como un símbolo de resistencia y continuidad. En Plaza Lavalle, un seibo plantado en 1878, cerca del Palacio de Justicia, resalta con su esplendor, recordándonos la importancia de preservar la historia viva de la ciudad en cada rincón.

Estos árboles, más que monumentos naturales, son testimonios de un pasado compartido que se entrelaza con el presente. La labor incansable del Vivero de la Ciudad, reflejada en su innovador domo geodésico, se une a esta narrativa verde. Este espacio, que alberga las futuras joyas verdes de Buenos Aires, fusiona la tradición con la vanguardia, asegurando la continuidad de la herencia arbórea de la ciudad.

 

La intersección entre la historia de estos árboles antiguos y la visión futurista del Vivero de la Ciudad simboliza la promesa de un entorno urbano más equilibrado y sostenible. Al celebrar la riqueza de la historia arbórea de Buenos Aires y la iniciativa innovadora en su cuidado, reafirmamos nuestro compromiso con un futuro donde la naturaleza y la ciudad convivan en armonía. Que estas raíces centenarias y las semillas plantadas hoy continúen creciendo, enriqueciendo la trama verde que define a Buenos Aires para las generaciones venideras.

El compromiso con la preservación ambiental se manifiesta no solo en la identificación y cuidado de árboles históricos, sino también en el enfoque innovador del Vivero de la Ciudad. Este espacio natural, que ocupa seis hectáreas en el noroeste del Parque Avellaneda, ha evolucionado para convertirse en un faro de sostenibilidad. La producción de árboles y flores que embellecen la ciudad no solo es un acto estético, sino una contribución activa a la mejora del entorno urbano y la promoción de la biodiversidad.

El domo geodésico, con su diseño eficiente y sostenible, no solo representa una solución práctica para la producción de especies autóctonas, sino que también simboliza el compromiso continuo de Buenos Aires con la innovación ambiental. La capacidad de anticiparse a los desafíos ambientales y adaptarse a nuevas formas de cuidar y preservar la flora urbana demuestra la resiliencia de la ciudad frente a los cambios climáticos y la urgencia de adoptar prácticas más sostenibles.

Este enfoque integral hacia la gestión arbórea no solo beneficia el presente de la ciudad, sino que también sienta las bases para un futuro más verde y equilibrado. La interconexión entre los árboles más antiguos de Buenos Aires y la labor del Vivero de la Ciudad es un testimonio vivo de cómo el respeto por la historia, la naturaleza y la innovación ambiental puede converger para forjar un legado duradero. Que este compromiso perdure, inspirando a otras ciudades a seguir el ejemplo de Buenos Aires en la búsqueda de un equilibrio armonioso entre el crecimiento urbano y la preservación del entorno natural. Que las raíces plantadas hoy sigan creciendo, nutriendo una ciudad más verde y sostenible para las generaciones futuras.

Fuente: buenosaires.gob.ar

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