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Uno de los grandes desafíos de porteños, bonaerenses y argentinos en general es la búsqueda y el logro de una auténtica democratización de la información transformando en términos reales la opinión publicada en pública posibilitando a los vecinos en particular el acceso a las fuentes más allá de la voluntad de los distintos intérpretes (de uno u otro lado) que pretenden decirnos que debemos pensar, sentir u opinar.
Basta tomar un diario, encender el televisión o la radio, entrar a una página por la red de redes para, hilando fino, poder entender qué se nos quiere hacer creer ya sea de un sector u otro.
La poca aplicación de la Ley de Servicios Audiovisuales, digamos casi nula aplicación de una Ley revolucionaria como la que más, es una de las grandes deudas del gobierno nacional y que aporta a la confusión informativa tanto como la de los multimedios que la Ley decía enfrentar.
Cuando el diario La Prensa dejó de ser el medio que nos informaba décadas atrás, surgieron otros con distinto nombre pero con la misma ideología comunicativa: ¿estaremos ahora ante una nueva vuelta de tuerca? ¿Los amigos del poder pretenderán reemplazar a otros oligopolios informativos y quedarse ellos en su lugar?
Se dice que el cáncer no lo cura una aspirina lo cual es cierto, pero también lo es que Ley de Servicios Audiovisuales, si logra democratizar la información, sí podrá curar el cáncer informativo.
Nuestro país necesita que se escuchen todas las voces: aquel espíritu de la Ley de Servicios Audiovisuales que desparramó por toda la geografía nacional el “Hablemos Todos” no puede quedar reducido –como ocurre- en el “Habla si me conviene”
En síntesis, la información de amigos es tan perniciosa como la opuesta, la de los oligopolios que se apropian de la información reduciéndola a sus mezquinos intereses.
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