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PINTA TU ALDEA Y SERÁS UNIVERSAL

Aquella expresión de Hesse “Pinta tu aldea y serás universal” por seguro pinta un mundo que ha descarrilado por quienes, tal el caso del español Rajoy, sólo pueden trazar represiones a todo lo que sea humanismo, solidaridad e incluso buen gusto.

Pero, lamentablemente, los Rajoy siguen vigente en su apetito de sangre y personalidad vampiresa, pretendiendo no entender que la especie humana es única y a nadie le es lícito reservarse el uso individual de los bienes cuando a los más les falta lo indispensable para subsistir (Paulo VI “Desarrollo de los Pueblos”)

Herman Hesse es mucho más que la expresión más arriba señalada; Herman es profundamente rebelde y hasta contestarlo de esa sociedad donde se comercializa con los juegos olímpicos pero no les da posibilidades a los atletas para su entrenamiento en busca de un mejor desempeño para la gesta deportiva.

Es precisa y justamente esto: el cuestionamiento de una sociedad vacía de valores, estúpida en sus prácticas, alienante en lo social y profundamente inmoral: he allí el gobierno derechista de un tipo como Rajoy?

¿Que nos hubiera enseñado Hesse al enterarse que el fascista Rajoy prohibiría la atención médica de los “sin papeles”? ¿Somos muy severos si afirmamos su alienación mental? Y, sin embargo, Herman tuvo una respuesta a todo esto que venimos señalando más arriba: por eso se enfrentó desde lo humanístico al fascismo de esa época.

Hesse nació el 2 de julio de 1877 en Calw, Alemania. Hijo de un antiguo misionero, ingresó en un seminario, pero pronto abandonó la escuela; su rebeldía contra la educación formal la expresó en la novela Bajo las ruedas (1906). En consecuencia, se educó él mismo a base de lecturas, dicen sus biógrafos con excesivo realismo y no por esto, menos coherente.

Herman no sólo pintó su aldea y fue universal sino que deseó con todas sus fuerzas que esta sociedad de personas descartables –más aún si pertenecen a la legión de aquellos que nada tienen- fuera inversamente distinta a lo vacío de contenido y que más que condenar a Jesús a la eterna cruz siguiera sus enseñanzas en la búsqueda de una sociedad trascendental donde los hombres sean hermanos de otros hombres  y no enemigos; donde la cruz no se convierta en un negocio de los fariseos y escribas del templo a quienes Cristo, cabe mencionarlo, enfrentó.

“La desesperanza y la desilusión que le produjeron la guerra y una serie de tragedias domésticas, y sus intentos por encontrar soluciones, se convirtieron en el asunto de su posterior obra novelística. Sus escritos se fueron enfocando hacia la búsqueda espiritual de nuevos objetivos y valores que sustituyeran a los tradicionales, que ya no eran válidos” y hoy, un nuevo 9 de agosto donde Hesse se convierte en estandarte universal de todos nosotros, los indignados, su mensaje sigue abierto y alguna página de su pensamiento sigue invitándonos a la reflexión o en la crítica de una sociedad que persigue condenando a los adictos a las drogas pero se somete a los narcos.

“El lobo estepario (1927) es quizás la novela más innovadora de Hesse. La doble naturaleza del artista-héroe —humana y licantrópica— le lleva a un laberinto de experiencias llenas de pesadillas; así, la obra simboliza la escisión entre la individualidad rebelde y las convenciones burguesas, al igual que su obra posterior Narciso y Goldmundo (1930)”

Un 9 de agosto de 1962 Hesse dejará este mundo de mortales dejando el legado de la mirada crítica a la sociedad burguesa que le tocó padecer.

Herman Hesse fue esto y mucho más que esta apretada o miserable síntesis que nos permitimos escribir en homenaje a la persona y su obra.

Hesse que trascendió las fronteras del humanismo también fue despiadado crítico de los hombres en cuanto éstos no sean capaces de convertirse en personas y quizás como otro emblema del pensamiento humano como lo fue Federico Nietszche, pensó en un mundo donde el espíritu del camello no sea el denominador común entre las otras dos transformaciones del espíritu.

En última instancia Hesse será un crítico de una sociedad como la porteña que no avanza decididamente contra la trata de personas, contra el regreso de enfermedades como la tuberculosis o el aumento de casos como el mal de Chagas al territorio de Buenos Aires metropolitano donde un caprichoso limite administrativo entre capital y el Gran Buenos Aires niega la esencia de un ciudadano ávido de atención en salud, educación, vivienda o lo elemental, que es el acceso al agua potable.

Hesse es esto y mucho más. Es rebeldía, es contestar lo vacío de una sociedad que privilegia el color de la piel por encima de las necesidades humanas.

Por eso, por todo lo expuesto, Hesse sigue vigente. Sigue estando entre nosotros ayudándonos a encontrar al hombre que se convierta en persona y a ésta en su esencia.

 

 

 

 

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