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RESCATE DE LOS HOSPITALES POR EL PERIODISMO

La necesidad de un periodismo distinto al que ahora se le llama “militante” que poco tiene que ver con los basamentos de la profesión y sí con las necesidades partidarias de quienes lo gestan, cada vez más se vuelve una necesidad imperiosa.

¿Somos los periodistas quienes debemos juzgar algún hecho del mundo de la justicia y los jueces? Más aún: ¿estamos preparados para eso o tocamos la guitarra?

Vayamos al hecho concreto del juzgamiento de la salida de presos para hechos culturales: ¿qué autoridad tienen aquellos para afirmar desde las verdades verdaderas aquello que dispone el juez?

EL CASO CÓPPOLA célebre por su linchamiento civil en los medios de comunicación demostraron el poco rigor intelectual cuando no la falta de autoridad para dictar veredictos leguleyos de quienes, quizás, ni sabían que existe un Código Penal.

Sin haberlo digerido sin siquiera haberlo leído algunos cagatintas o jetones de lo impropio. Abrían juicio sobre los hechos acontecidos.

No nos interesa si el mencionado era culpable o inocente, remarcamos el hecho y no sus derivaciones: ¿acaso el periodista es aquel que habla de todo aquello que ignora?  

Pero además y hay más, otro inconveniente es que juegan un papel encubierto al no decir sin ninguna duda qué tipo de periodismo hacen. Si se propone uno con opinión que se lo diga y está bien; pero la excesiva editorialización de pensamientos esconde un maniqueísmo de aquello que sucede cotidianamente.

Sí se ofrece un periodismo de opinión pues bien, ¡que se lo diga!

Dónde se pone el acento de la información es otro drama en la ciudad de Buenos Aires cuyos medios masivos parece que ignoran lo ocurrido en Salta, Jujuy, Mendoza o Tierra del Fuego.

Pero lo que es peor es que los hechos felices, los que esperanzan en el logro de una sociedad de hermanos y no de combatientes contra el semejante, sucede que no tienen cabida.

En concreto nos referimos para citar un caso a los médicos hospitalarios y a muchos jóvenes galenos, profesionales en el ramo de la curación. Que no se ponen en dioses de la salud tratando a los necesitados como personas y no tan sólo padecientes de alguna enfermedad.

El Hospital Penna más que estar en el podio de una sociedad necesitada de cambios morales y filosóficos está relegado allí a la espera de reconocimiento: ¿alguna vez los pretendidos profesionales de la comunicación y los hombres que lucran con la desinformación, es decir los dueños de las empresas, visitarán este centro de salud y mostrarán el ejemplo de quienes atienden al vecino, al ciudadano, sin caer en el retrógado concepto del actual Ministerio de Salud porteño que separa ciudadanos porteños con bonaerenses?

Los hospitales públicos porteños son el ejemplo de profesionales esmerados, preocupados, interesados en la persona más allá que no tengan los medios para su debida atención.

Esta realidad tampoco se dice en ese periodismo cuasi amarillento, militante de una u otra escuela o ideología.

Seguramente vende más los hechos de sangre que las noticias ejemplificadoras para una sociedad más nuestra, más de todos, que incluya y no que excluya.

Es de esperar que ese periodismo sano alguna vez triunfe sobre el otro enfermo, maniqueo, que sólo le interesa vender y no cumplir con sus premisas.

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