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TARDE GRIS Y EN PANDEMIA… ALGO QUE NOS AYUDE A REFLECCIONAR SOBRE EL TEMA

SABADO GRIS Y EN PANDEMIA… ALGO QUE NOS DE ESPERANZA Y POESIA, LO COMPARTIMOS.

Desde el fondo de los tiempos los poetas y escritores, pintores nos han hablado de tiempos pretéritos, como enunciadores de sucesos, hechos por venir.  De toda índole, lo fantástico y no tanto,  Julio Verne, Asimov, Bradbury y también de sucesos colectivos donde las comunidades viven episodios, sucesos como los que hoy en todo el mundo nos identifican. Recordemos La Peste, y también la esperanza que un colombiano nos dejara para reflexionar nuestro presente, en El Amor en los Tiempos del Cólera, nuestro agradecimiento al Gabo, Gabriel García Márquez por su enseñanza adelantada y la búsqueda de sentido en un mundo de caos.

Vayamos al texto:

– «Capitán, el niño está preocupado y muy incómodo debido a la cuarentena que el puerto nos impuso».

– ¿Qué te preocupa, muchacho?

– ¿No tienes suficiente comida?

– ¿No duermes lo suficiente?

– No es eso, Capitán. No puedo soportar el no poder desembarcar y el no poder abrazar a mi familia.

– Y si te dejan salir del barco y tus seres amados se contaminan, ¿cargarías con la culpa de infectar a alguien que no puede soportar la enfermedad?

– Nunca me lo perdonaría, pero, para mí que inventaron esta plaga.

– Puede ser, pero ¿y si no fue inventada?

– Entiendo lo que quiere decir, pero me siento privado de mi libertad, Capitán.

– Exactamente, yo hice cuarentena hace 7 años atrás.

– ¿De qué le privaron?

– Tuve que esperar más de 20 días en el barco. Había meses en que ansiaba llegar al puerto y disfrutar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. En Porto Abril, se nos prohibió bajar. Los primeros días fueron duros y me sentí como tú, pero pronto comencé a enfrentar esas imposiciones, usando la lógica.

Sabía que durante 21 días del mismo comportamiento se crea un hábito, y entonces en lugar de quejarme pensé en crear hábitos, reemplazar a los equivocados. Comencé a comportarme de manera diferente a los demás. Empecé con la comida. Me propuse comer la mitad de lo habitual. Luego comencé a seleccionar los alimentos más digeribles, para no sobrecargar el cuerpo. Comencé a nutrirme con alimentos que, por tradición histórica, habían mantenido al hombre sano.

El siguiente paso fue purificar los pensamientos no saludables y tener pensamientos cada vez más elevados y nobles.

Me propuse leer al menos una página cada día de algo que no conocía.

Me puse a hacer ejercicios en el puente del barco.

Un anciano hindú, me había dicho hace años que el cuerpo mejoraba al retener la respiración. Me puse a respirar profundamente cada mañana. Creo que mis pulmones, nunca habían alcanzado tal capacidad y fuerza.

La tarde fue la hora de la oración, el momento de agradecer a una entidad divina, por no haberme dado, como destino, privaciones graves durante toda mi vida.

El hindú, también me había aconsejado que tuviera la costumbre de imaginar que la luz entraba en mí y me hacía más fuerte. Me dijo que también podría funcionar para los seres queridos que estaban lejos, por lo que también integré esta práctica en mi rutina diaria en el barco.

En lugar de pensar en todo lo que no podía hacer, estaba pensando en lo que haría una vez que llegara a tierra firme. Visualizando las escenas de cada día, las vivía intensamente y disfrutaba de la espera. Esperar, sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso.

Me privé de botellas de ron y otras delicias. Me privé de jugar a las cartas, de dormir mucho, de practicar el ocio, de pensar solamente de lo que me estaban privando.

– ¿Cómo terminó, Capitán?

– Adquirí todos esos nuevos hábitos. Me dejaron bajar del bote mucho más tarde de lo esperado.

– ¿Se privó de la primavera, entonces?

– Siiiií, ese año me privaron de la primavera y muchas otras cosas, pero aun así florecí, llevé la primavera, dentro de mí y nadie me la puede quitar.»

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