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PARQUE TEMÁTICO TIERRA SANTA, ALGO MÁS…

El parque temático permite disfrutar de una jornada entre el aprendizaje y el entretenimiento, ya que a través de una infraestructura impresionante y puesta en escena con diversos actores recrea las distintas etapas de la vida de Jesucristo

«Tierra Santa, ubicado en la Costanera Norte en la Ciudad de Buenos Aires, propone realizar un viaje a través del tiempo para conocer lo que era la antigua Jerusalén en un predio de 7 1/2 hectáreas.

Según nos informa el portal Planetario de los chicos, esta hermosa salida para la familia en su conjunto se encuentra en  Av. Rafael Obligado 5790  agregando luego  (…) Transpórtese a los comienzos de la era cristiana, como hace 2000 años, y sea testigo de la vida y obra de Jesús. Sorpréndase con la imagen de Cristo de 18 metros de altura y con la vista panorámica del pueblo. Caminando por las calles de Jerusalén, conviértase en protagonista de la historia, disfrutando la música de época, las comidas típicas y las artes y oficios en un ambiente mágico.

Acerca del contenido expresa una de las tantas facetas lo siguiente: ARCA DE NOÉ

Según el Génesis, cuando Dios decidió eliminar la corrupción de los hombres sobre la tierra enviando el diluvio universal, escogió a Noé para salvaguardar el futuro de la especie humana.

Le ordenó que construyera un arca de madera, capaz de flotar sobre las aguas y que guardara en ella una pareja de cada especie animal. Finalmente, Noé, su esposa y sus tres hijos con sus mujeres entraron en el arca y sobrevino el diluvio, que duró cuarenta días y cuarenta noches.

El arca de Noé siguió a flote hasta quedar posada sobre la cima del Monte Ararat.

En la espera de que siguieran bajando las aguas, abrió la ventana y soltó un cuervo, y también una paloma que volvieron rápidamente al no encontrar lugar donde posarse. Después de unos días volvió a soltar la paloma que volvió trayendo una ramita de olivo en el pico, senal de que las aguas seguían disminuyendo. Esperó siete días más y soltó por tercera vez a la paloma, que esta vez no regresó. La Tierra ya estaba seca.

Dios habló a Noé para que salieran los animales y su familia del arca, y volvieran a poblar la Tierra, con la promesa de que nunca más exterminaría a la humanidad.

Como símbolo de esta Alianza, cada vez que se cubriera el cielo de nubes, se vería el arco iris.

Desde aquel pecado original, reflexionamos nosotros, la especie humana por su paso por la tierra que nos fue entregada a todos (no a unos pocos), se empecina en rebelarse, en su pretensión de sustituir al Altísimo y por qué no, en reemplazarlo dejándolo a un costado. Desde aquellos tiempos, los Profetas, el Mesías nos quisieron ofrecer el camino de la luz encontrándose con una respuesta agresiva e inconducente.

Cuando El Salvador multiplica los panes y los peces para saciar de alimento a los hambrientos, cuando manda al recaudador de impuestos entregar el 50 % de sus bienes a los pobres y más aún, cuando afirma «Es más fácil que entre un camello por el ojo de una hevilla que un rico al reino de Dios» nos estaba anunciando la Buena Nueva que no era otra cosa que el Mandamiento «Ama al prójimo como a ti mismo» y que podría interpretarse sin sonrojarse en una propuesta de socializar la riqueza, la cultura y el poder, hechos que junto a La Palabra darían luz a la filosofía del amor posibilitando el origen de tantos mileniso de historia tomando a los hombres y a los pueblos como verbo y sujeto de su historia (en contraposición de otros pensamientos para los cuales es tan sólo un predicado atado a luchas intestinas de dominio de unos contra otros)

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