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CARLOS DE LA PUA, EL MALEVO MUÑOZ

tapa_crenchaPor nuestros barrios pasaron varios personajes, dicho en los mejores términos, gente de vida, de noche y hasta de trasnoche, que supieron cultivar el lenguaje popular y la amistad entre sus paisanos.

Ignoramos si fue casualidad o no lo fue, pero nuestros barrios e incluso Villa Crespo, supieron cobijar a verdaderos gestores del quehacer popular.

Paquita Bernarda, la primer mujer bandoneonista, El Maestro Osvaldo Pugliese, Julián Centeya, los hermanos Expósito, Italo Curio, y como si fuese poco esto, se erigió un edificio conocido como el Conventillo de la Paloma sobre la calle Thames.

Las noches de Carnaval eran apoteóticas, clubes de Villa Malcolm, el Social y deportivo Colegiales, El Sporting  sobre la calle Elcano, nada tenían que envidiarle al Club Comunicaciones, célebre por sus veladas carnavalezcas.

Escritores como Enrique Banchs, Leopoldo Marechal, Evaristo Carriego, Emilio Vaccarezza, artistas como el payaso Frank Brown, un grande como Pepe Soriano quien supo pelearle y les ganó la pulseada al Canal Volver que no pagaba cachet a los artistas que endulzaron nuestra vida hace décadas.

Pero si hubo un personaje de aquellos ése fue el Malevo Muñoz, un hombre respetado en el ambiente, escuchado sin aburrimiento, hombre de prensa, autor de la Crencha engrasada, y casi hasta podríamos decir que fue el padre del Lunfardo.

“Nació el 14 de enero de 1898. Conocido también como Carlos Raúl Muñoz y Pérez, Carlos Muñoz del Solar, o simplemente el Malevo Muñoz, poeta, periodista y cineasta, porteño convicto y confeso, gran animador de las redacciones y la bohemia noctámbula de Buenos Aires, nunca se sabrá si las reminiscencias bacanas de su apellido Del Solar tenían algo que ver con la verdad o se trataba de otra de sus cachadas. Redactor del diario Crítica, compañero de andanzas periodísticas, literarias y etílicas de Troilo, Cadícamo, los hermanos Tuñón, Arlt y Olivari, fue guionista del film «Tango», actor en «Galería de esperanza» y director de «Internado». Escribió los tangos «Luces de París» y «Coraje y fuego» y publicó «La crencha engrasada», obra emblemática de la poesía lunfarda. Murió el 5 de mayo de 1950.”

Y seguramente con él hasta la “Percanta que me amuraste” o “Chorra, vos, tu vieja y tu papá” de otro de los grandes como Celedonio Flores, quien le hace decir al personaje que una pollera lo dejó en la calle.

 

“A medida que pasan los años se acrecienta el renombre de Carlos de la Púa, auténtico, puro, poeta popular porteño. En sus versos deberán ir a abrevar los historiadores, los filólogos, los rastreadores de la semántica, cuando se haga el gran libro que compendie la fisonomía sentimental y sicológica de Buenos Aires, ciudad que pareciéndose a todas las grandes ciudades del mundo no es parecida sino a ella misma, en su pasado y en su presente. Ciudad única que tiene sus cantores únicos en los letristas de tango que impusieron un modo distinto de hablar, dentro del español, y al que Jorge Luis Borges, con real coraje porteño, osó llaman el idioma de los argentinos. El principal poeta popular -es decir: con lenguaje popular en su entero vuelco emocional hacia la gran ciudad, en sus expresiones de un pasado que nunca será remoto- fue indudablemente Carlos de la Púa. Y lo fue con su único libro: La crencha engrasada.

Su lenguaje es a veces crudo pero nunca ofensivo. Es el lenguaje de la calle, del malecón, de la cancha de fútbol. Creo que, en realidad, es el lenguaje de la vida tumultuosa, verídica, exacta, cabal, que se vive, se siente y se sufre. A través de mis recuerdos, de la amistad que nos unió y de la admiración que sobrevive, éste es Carlos de la Púa”

Solía sentarse como pispeando a quien llegaba a la mesa del ventanal de una pizzería no menos importante ubicada a mitad de cuadra entre Federico Lacroze y Olleros.

“Me parece verlo todavía, cruzando con enfundado paso de cachalote los corredores del viejo diario Crítica, en la casa de la calle Sarmiento, donde iniciaba en el periodismo una generación especial en su brillo y trascendencia y que recalaba de la literatura de vanguardia aglutinada en las revistas de esa época: Proa y Martín Fierro. El Malevo Muñoz, como también se lo llamaba, ya estaba en la casa cuando nos hacíamos periodistas, siendo poetas y escritores, entre otros, Enrique y Raúl González Tuñón, Horacio Rega Molina, Pablo Rojas Paz, Alberto Pineta, Roberto Arlt, Ulyses Petit de Murat, Sixto Pondal Ríos, Santiago Ganduglia y el que esto escribe”, dice Nicolás Olivari compañero de trabajo en Crítica.

Por nuestros barrios pasó la celebridad en el sentido más exquisito de la palabra, fue Carlos de la Púa, el Malevo Muñoz, quien supo engalardonar las noches chacaritenses y a quien ahora, recordamos con toda justicia.

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