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ELVIO VITALI: UN 16 DE FERBRERO DEL 2008 FALLECIA EL LEGISLADOR PORTEÑO

eliovitali-2-1COMPAÑERO ELVIO VITALI DE LA TENDENCIA REVOLUCIONARIA ¡PRESENTE!

 

Escrito por Nicolas Casullo, Martin Caparros y Martin Garcia

 Porteño hasta en el hablar, Elvio Vitali fue un entusiasta del tango incluso como bailarín consumado hasta sus últimos días.

 COMPAÑERO ELVIO VITALI DE LA TENDENCIA REVOLUCIONARIA ¡PRESENTE! 

 

Por Martin Garcia

 

El diputado porteño por el Frente para la Victoria falleció el 16 de febrero del 2008, a los 54 años tras una larga enfermedad. 

 

Militante de la Tendencia  Revolucionaria, en la gloriosa Juventud Peronista se exilió en México durante la dictadura donde se vinculó a la industria cultural. 

 

Su interés permanente por el 2×4, lo llevó crear el Festival de Tango de Buenos Aires. 

 

El legislador porteño Elvio Vitali, del Frente para la Victoria, falleció el sábado 16 de febrero al mediodía a los 54 años tras una larga enfermedad con la que luchaba desde hacía más de tres años. 

 En el 2005, Vitali encabezó la lista a legisladores K de la ciudad luego de desempeñarse como desde fines del 2003 como director de industrias culturales de la Nación y luego como director de la Biblioteca Nacional. 

 Adherente a peronismo revolucionario en los setenta, siempre evocó su militancia en la JUP de Derecho y como presidente de su centro de estudiantes en 1973, como la etapa más feliz de su vida. 

 Más aun, en un documental del realizador Coco Blaustien, confesó frente a las cámara sus dudas de que pudiera volver a ser nuevamente feliz luego de la tragedia generacional. 

 Exiliado en México en 1976, integró el grupo reflexivo de los emigrados y paralelamente se vinculó a la industria cultural creando la librería Ghandi. 

 A su regreso al país, tras la restauración democrática de 1983, desarrolló una destacada actividad empresaria como librero, al frente de Gandhi, ahora en Buenos Aires, un formato de librería y centro cultural de su creación, entonces desconocido en Argentina  desde donde también pudo editar libros y discos, y brindar un escenario a intérpretes poco reconocidos. 

 Porteño hasta en el hablar, fue un entusiasta del tango incluso como bailarín consumado hasta sus últimos días, e impulsó la creación del Festival de Tango que anualmente se realiza en Buenos Aires. 

 Vivió el ascenso de Néstor Kirchner a la presidencia como una suerte de revancha generacional, y apoyó su candidatura desde el espacio del peronismo porteño que encabeza Alberto Fernández. 

 Llegado a la Legislatura, luego de haber superado una primera operación de un cáncer de páncreas, integró la comisión que enjuició a Aníbal Ibarra por la tragedia de Cromañón, en la que votó por la destitución del jefe de gobierno. 

 Sobrevivió a esa primera enfermedad y a una recidiva sin dejar de participar de la actividad legislativa y hasta de impulsar nuevos proyectos como el de ensanchamiento de las veredas de la avenida Corrientes para que retome en algo su aspecto inicial de calle angosta. 

 El Sábado 16 de Febrero de 2008 en la Biblioteca Nacional, partio para el Comando Celestial para hacerse cargo de las nuevas funciones que le asignara el General Peron, la Compañera Evita y los Comandantes Felipe Varela, Jose de San Martin, Jose Sabino Navarro, Miguel Martin de Guemes, y tomarse unos mates en tertulia con Mariano Moreno, Castelli, Walsh, Puiggros, Oesterheld y Belgrano.

 MG/  

 

Fuente: TELAM 

  

 

ELVIO VITALI EL ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE UN PORTEÑO

 

Fundó la librería Gandhi cuando llegó la restauración democrática. Antes había militado en la Juventud Universitaria Peronista, fue Montonero y vivió en el exilio. Con Kirchner, fue director de la Biblioteca Nacional. el recuerdo de un porteño de los que ya no hay.

 Por Martín Caparrós

diario Crítica de la Argentina

www.criticadigital.com

 

Cuando necesitamos una voz porteña de verdad, de las de antes, enseguida pensamos en Elvio. 

 Alguien tenía que grabar las palabras de un tal José Máximo Balbastro, porteño nacido a principios del siglo pasado, para una biografía que le inventamos en la televisión, hace veinte años: -Quise a Alfredo casi tanto como a mi madre, decía Elvio en una supuesta grabación antigua, con acento canyengue, y esa frase banal me quedó en los oídos durante veinte años.

 Pero suena más fuerte ahora. 

 Muchos lo conocimos al principio de la democracia, cuando abrió, con el Negro Tula, la librería Gandhi de Buenos Aires, en Montevideo casi esquina Corrientes. 

 La Gandhi se transformó, para esos muchos que no éramos tantos, en el último café de Corrientes, y Elvio era su corazón, su alma.

 De a poco, me fue contando por qué había tenido que irse al exilio mexicano. 

 Años después, cuando pensamos qué historias queríamos reflejar en La Voluntad, Elvio nos pareció el tipo ideal para representar a todos esos jóvenes universitarios que se hicieron militantes a principios de los setentas. 

Pero su aparición en el libro era bien colorida:

-Elvio, otra vez se me enfrió la comida. ¿Dónde estabas?

-En lo de doña Ester, mamá, mirando la tele.

-¿Había un partido?

-No, mamá, el noticiero.

-¿Y desde cuándo te interesan tanto los noticieros?

-¿Pero vos no viste lo que está pasando en Córdoba, mamá? Es de locos. Tienen la ciudad patas para arriba. Viene la policía y los tipos en vez de correr los enfrentan a piedrazos. Los hacen recular, vieja, no se puede creer. Por fin alguien que les hace frente…

 El sábado anterior, a eso de las dos de la mañana, Elvio Vitali estaba en un banco del parque de Domínico, besando todo lo posible a una chica que acababa de conocer en un baile en Sarandí, cuando sintió una luz en los ojos y, al mismo tiempo, una voz cachadora:

 -No manotiés así, nene, que te van a cobrar jáns.

 Elvio levantó la cabeza y vió a un par de policías de la provincial que lo miraban desde detrás de una linterna. La chica se asustó y salió corriendo: cuando Elvio quiso levantarse, uno de los agentes lo sentó de una piña. Elvio se cayó sobre el banco, medio desmayado, y alcanzó a soltar una puteada. Elvio acababa de cumplir dieciséis y no pesaba más de sesenta kilos. El agente lo sacudió de nuevo. Su compañero, mientras, había corrido detrás de la chica y ahora volvía, triunfante, agarrándola del cuello.

 -¿Así que te querías garchar a esta menor de edad? Pero mirá si serás turrito, che. Esto no se va a quedar así. A ver si se van a creer que pueden cagarse en la moral y en las buenas costumbres, carajo…

 Elvio seguía medio turulato, derrumbado sobre el banco, y los miraba de abajo. Los policías lo insultaron un rato más y, tras un par de cachetadas, decidieron retirarse. Elvio se paró: la mandíbula le dolía como una muela rota y la chica le pidió que la acompañara hasta la parada del colectivo. 

 Caminaron en silencio y sin mirarse. Hacía frío. 

 Elvio rumiaba puteadas y venganzas. Hasta entonces no le había tenido bronca especial a la policía: en Villa Domínico se la veía poco. 

 No solía haber robos ni peleas y un crimen era algo de otro mundo; la primera vez que Elvio había visto un policía había sido varios años antes, cuando apareció un perro rabioso en un baldío y un vecino fue a llamar a un agente. 

 El uniformado se presentó, desenfundó la pistola reglamentaria, miró por última vez las babas tristes del animal y le voló la cabeza de un cuetazo. Los chicos del barrio miraban desde lejos.

 Elvio Vitali había nacido en Villa Domínico el 26 de marzo de 1953. Su padre, Antonio, era un italiano de Recanatti, republicano, que se había pasado ocho años a regañadientes en el ejército fascista hasta que cayó prisionero en un campo americano, donde pudo retomar su oficio de ebanista. 

 En 1948 se embarcó para Buenos Aires: su madre le había encargado que convenciera un hermano díscolo de volver a Italia y él, después, seguiría viaje a los Estados Unidos. 

 Pero se enamoró de una chica de Flores, Beba, diez años menor, se casó, empezó a trabajar y, al cabo de un tiempo, pudo poner una casita y un taller en Domínico (…).»

 Después, queda dicho, Elvio creció, fue a un colegio de curas, se enganchó en la Juventud Universitaria Peronista, se hizo montonero, se exilió, volvió. En los noventas aprendió a bailar el tango como los mejores, retomó la actividad política -fue de los primeros en apoyar a Kirchner en el olvidado Grupo Calafate-, siguió ganando con las minas y hasta transmitió fútbol -conmigo, Nicolás Casullo y Martín Zuleta- en una radio marginal. 

 En 2004 lo nombraron director de la Biblioteca Nacional; después lo eligieron legislador de la ciudad. 

 Fue un buen amigo y era, sobre todo, un porteño de los que ya no hay. 

 MC/

 

RECORDANDO EL ELVIO Y LA GANDHI DE CASULLO.

 

A un año de la muerte de Elvio Vitali, Compañero peronista.

  Por Nicolás Casullo

 La librería Gandhi fue su creación. Su marca, su profesión, un espacio en la cultura como no tuvo ninguna otra librería en la Argentina democrática. 

 Elvio Vitali volvió del exilio mexicano a los 30 años, con ese proyecto, y en poco tiempo lo impuso y alcanzó su clima máximo en los ’90 en cuanto a elección de catálogos y política de venta de libros de España y México a precios promocionales. 

 Cubrió con esa oferta el agujero negro que había dejado la dictadura en el mundo pensante y amante de lo bibliográfico. 

 Librería de títulos exquisitos, de la permanente novedad, de avanzada autoral, planificada por una gestión que conocía cuáles eran las variables de vanguardia, lo que tenía valor como adelanto de lectura. 

A la vez la Gandhi fue centro de presentaciones y mesas redondas, espacio de debate político-intelectual, café para citas de mundos literarios y artísticos, lugar de tango, espacio de venta de CD para coleccionistas, sala de estrenos teatrales y musicales, sitio de exhibición de la historia del buen cine arte y editora de una revista. 

 Pero sobre todo, lugar donde desde las seis de la tarde en adelante uno se encontraba con alguien con quien quería encontrarse sin saberlo, y sin necesidad de llamar o ser llamado por ningún celular histerizado. 

 Lo que se dice un dificilísimo logro cultural.

 Esa fue la obra de Elvio Vitali desde casi la nada, una primera importación, un embarque, el respaldo de una empresa en México que intentaba aterrizar en el país, y aquellos títulos de Taurus, Siglo XXI, Hiperion, Pretextos, Fondo, Porrúa, Anagrama, Akal, Cathedra, Anthropos, etc., etc., hasta –con los años– la compra de un cine grande por Corrientes para una inauguración donde se hizo presente todo el universo pensante, crítico y politizado alternativo, en medio de las amargas arenas espirituales del reinado menemista.

 A Elvio lo conocí en México, en lejanía de destierro. 

 Compañero Elvio, me lo presentó una noche de 1978 Miguel. Tenía 24 años, perfil acabadamente JP de aquellos años. Joven, diez años casi menor que el resto de los integrantes de un grupo que habíamos armado para discutir sobre política y el fin de una época. 

Elvio resultaba para nosotros uno de los pibes, en este caso de la universidad, de Derecho, de la JUP pero también de más arriba de ese tumultuoso frente estudiantil en su compromiso militante. 

 Me acuerdo la primera charla esa noche, me habló del Tano Ventura.

 Elvio expresó siempre ese santo y seña de origen. 

 Quiero decir, la militancia en esa juventud (antes de las tragedias, las muertes y los duelos) estuvo atravesada por una multifacética algarada populista que con el General al frente llegaría a la liberación. 

 El peronismo nunca dejó de ser una mezcla insensata de sufrimiento y fiesta, de documento y barrio, de encuadre pero a la vez sumatoria infinita de seres, de palabras mayores, y contraseñas que como antenas radiofónicas se ponen en contacto con el otro sin que los demás se enteren. 

Y Elvio retenía ese fondo: de lenguaje, de gesto, de soslayo, de humor, astucia, de relojeo, de Villa Domínico. 

 De ocurrencia y chiste por debajo de su identidad y militancia en el peronismo, donde es tan importante describir a un burócrata como calificar a un número 4 de Independiente. 

 En ese cruce de artesanías se daba lo sustancial de una militancia esperanzada, y yo la descubrí diáfana en Elvio Vitali.

 Hubo algo siempre bastante diferente entre lo proveniente de la izquierda peronista y los grupos hechos en algunos de los marxismos. 

 Elvio servía para exponerlo de lleno: ese brotar de una galería de compañeras y compañeros como vida plena del pueblo, de lo plebeyo fraternizante: el de la resistencia,“la señora del doctor, el gordo de los mandados, la culona, el barbeta, la universitaria, el cuadro, el queso, el sabihondo, la mujer del botón, el preso, la compañera dura. 

 Elvio emergía en lenguaje, salida, broma, de ese mundo popular peronista revuelto, corajudo, peleador, imprevisible a veces, que siempre estaba, y que a Elvio le dio dones como el de ser el permanente gestador de consignas, cánticos, versitos, lemas que luego bramaban en miles de gargantas

 Las bellas muchachas que pasan, la familia tana, el fútbol, los fideos, el tuco, los asados sobre chapa en el piso, la calle, el café, la cantina, la sobremesa, y el tango que lo envolvió como una oscura argentinidad supletoria en la última década y pico de su vida, compusieron su retrato cotidiano, el mural madre donde fue entrando el militante, el exiliado, el librero, el empresario, el candidato, el director de la Biblioteca Nacional, el legislador. 

Porque finalmente, su último tramo desde el 2000 en adelante fue un regreso a la política, al grupo Calafate, al kirchnerismo, la campaña, el nuevo gobierno, las industrias culturales, la Biblioteca, su candidatura en binomio con Rafael Bielsa. 

 Pero el Elvio legislador con su despacho, secretarias, con sus posiciones, planteos, ideas, proyectos y pensamiento político nunca abdicó de la crítica, de la severidad de juicio sobre el propio peronismo y sus responsables mayores y menores, de su mirada muchas veces impiadosa aun en el entusiasmo de una política popular de masas que se reencontraba poco a poco con partes importantes de sus valores y creencias históricas. 

 Tuvo un inmenso don: nunca se la creyó del todo. 

 A su propia trayectoria digo.

 NC/

 NOTA DE LA NAC&POP: Recordamos al mismo tiempo al Compañero Nicolas Casullo, creador de esta nota emocionada y fresca sobre Elvio Vitali. MG/N&P

 

 

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