Comenzamos un mes sagrado para la grey católica: Diciembre. En hebreo: Tevet: Diciembre / Enero.
Diciembre es el mes donde conmemoramos el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de Nazareth.
En el mismo celebramos la Advocación de María Santísima y su nacimiento el actual 8 de diciembre, para culminar en el Nacimiento del Niño Dios el 24 de Diciembre.
Vivimos las semanas del Adviento, el advenimiento del Mesías Salvador, y cada semana se enciende un cirio más agregado a la corona que lleva su nombre: Corona de Adviento.
Desde cuándo festejamos el nacimiento del Niño Dios y el pesebre.
Por tiempos (siglos), luego de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, los peregrinos de aquellos parajes inhóspitos, se trasladaban en sus caravanas y los creyentes, para no ser reconocidos por el yugo romano, dejaban su señal de pertenencia. Cómo lo hacían… dejando trozos coloridos de lanas y telas colgados en los arbustos y árboles de la milenaria Palestina. A lo largo de los días, los ríspidos caminos se veían llenos de pequeños lazos y tiras de colores, que se iban repitiendo hasta convertir las nevadas tierras en una postal multicolor para recordar el nacimiento del Niño Dios, como se lo llamaba. En Diciembre, mes de Tevet en hebreo, todo cobraba un colorido inusual, la alegría recorría los ánimos de aquellos trashumantes pastores, poblaciones reducidas que seguían buscando la Estrella de Belén en el Cielo, y en sus vidas.
Así nos trasladamos a Italia, donde un monje Francisco de Asís modelo de virtudes y amado por los pueblos sencillos, a imagen y semejanza de Cristo, estaba a poco de regresar al espacio infinito , la amada muerte lo estaba reclamando y él presuroso quería salir a su encuentro no sin antes dejar un regalo de tanto regalos de santidad y ofrendas a sus coterráneos, necesitados de la Palabra de Dios hecha Carne en un humilde fraile. Era Diciembre de 1223. Y Francisco sintiendo la cercanía de su partida terrenal, y con la necesidad de prodigarse en un acto de amor que hasta hoy lo precede en los creyentes: el pesebre. El pueblo era Greccio.
El Santo sintiendo que llegaba para él su última Navidad en la Tierra ideó o fue inducido a ello por el Espíritu Santo, a realizar la Santa Festividad en una cueva de la zona, como sabía lo había hecho la Sagrada Familia en Belén.
De joven, Francisco había llegado a Tierra Santa, (1219) y había visto la cueva en la montaña, en aquel tiempo de las Cruzadas. Un amigo suyo, tenía en sus predios una cueva similar a la conocida por Francisco. Todo lo hicieron con premura y riguroso secreto. Solo aquéllos que participarían del pesebre viviente lo sabían.
Tal como atestiguaban los Evangelios hicieron casi a escala aquél primer pesebre viviente.
Congregados los habitantes del pueblo en sus casas, en aquella noche especial, oyeron sonar con insistencia las campanas de la iglesia, que se les hizo imposible permanecer en sus casas al abrigo del fuego, y salieron a ver el motivo de tan insistente llamada.
Desde lo alto de la montaña, en la cueva, Francisco los llamaba…
Arropados, en medio del intenso frío, nadie osó contradecir, si el Padrecito Francisco nos llama y nos necesita, allí vamos, en medio de la ventisca y con sus farolas iluminando el escarpado sendero de montaña.
Lo que vieron y vivieron al llegar los asombró y más todavía, los hizo arrodillarse ante la magestad de la escena.
Se encontraron el la añorada y mítica Belén, estaba naciendo la Primera Navidad en la Historia. Acaso el tiempo los había regresado al tiempo bíblico? Una jovencita, María, sostenía al Niño Jesús en sus brazos… José platicaba con admirados campesinos a un costado del pesebre, vacas y corderos, se protegían del frío en los pastos y pesebres que se guardaban dentro. Los pastores estaban extasiados mirando a ese niño que sostenía María en sus brazos. Pasados los momentos de éxtasís y alegría, se dio comienzo a la Misa. Francisco entonces les refirió cómo se había inspirado y les recomendó seguir haciéndolo en reconocimiento al nacimiento del Mesías Salvador.
Poco tardó en morir aquél fraile, austero, humilde y santo. Su legado, entre muchos es éste. La del Pesebre Viviente.
FELIZ NAVIDAD, PAZ Y BIEN…