Los barrios y la ciudad son para decirlo en forma ilustrativa un permanente diálogo entre ambos factores: muchas de las cosas que pasan en la ciudad, luego, indefectiblemente, tienen su correlato barrial y al revés. El barrio Parque los Andes según nuestra mirada se relaciona con las pésimas condicioes urbanas que se vivían en momentos de su construcción (Ver conventillos, epidemias, hacinamiento, huelgas de inquilinos) lo que llevó al Intendente Alvear a promover concursos habitacionales en la ciudad. Otro ejemplo claro es la construcción del cementerio del oeste que luego de agotarse en las posibilidades de recibir cadáveres el cementerio Ameghino, se inauguró primero en el Parque Los Andes y luego a su ubicación actual luego de la terrible fiebre amarilla.
Sería muy extenso citar nuevos ejemplos. Sólo mencionamos los más arriba realizados para sostener nuestro pensamiento.
Volviendo a nuestra zona leemos en Barriada, una publicación vecinal, hecha con mucho esfuerzo y muchas ganas, lo siguiente:
Los fundamentos del proyecto dice: «Rigurosas investigaciones realizadas por vecinos de ese barrio destacan numerosos acontecimientos históricos ocurridos en el mes de octubre vinculados al devenir del Barrio de Palermo. Ya en 1580 comienza el hilo de esta particular historia con motivo de la fundación de la Ciudad de santa María de los Buenos Aires por Don Juan de Garay y los subsiguientes división del territorio en manzanas y reparto de las tierras en «Suertes», denominación que luego se transformaría en el nombre de «Barrios». Justamente, el 24 de octubre de aquel año fue adjudicada a Don Miguel Gómes de Saravia la «suerte» Nº 7 cuyos límites están hoy demarcados por las calles Coronel Díaz, Tagle, Av. del Libertador y Cabrera. Una hija de Miguel Gómes de Saravia se casó en 1590 con Juan Domínguez Palermo quien amplió el reparto de tierras con la adquisición de chacras vecinas. Este fue el motivo por lo cual, con los años, se pasó a hacer referencia al lugar como «los terrenos de Palermo». La aparición oficial del nombre de Palermo ocurre el 8 de octubre de 1602 y a partir de 1635, la nomenclatura colonial reconoció a la zona bajo la denominación de Palermo.
El mes de octubre sigue jalonando la historia del barrio: – Por decreto del 11 de octubre de 1869 se crea el Colegio Militar en la que fuera la casona de Rosas; – El 4 de octubre de 1871 el Gobierno acordó una concesión para construir la línea tranviaria que uniría Buenos Aires con el entonces pueblo de Belgrano atravesando el actual barrio de Palermo; – el 30 de octubre de 1888 se sancionó la ordenanza que planificó la separación del Parque 3 de Febrero, el Jardín Botánico y el Jardín Zoológico, que hasta esa fecha constituían una unidad. – El primer templo levantado en Palermo fue la Capilla de la Virgen de Guadalupe junto a la orilla de la laguna, hoy Plaza Güemes. La Virgen de Guadalupe, patrona de Méjico, tiene su historia de indios y milagros vinculada a las flores que adornan su manto, las rosas. Este es origen del sentido litúrgico que destaca a octubre como mes de las rosas. En Palermo, el Rosedal será seguramente un significativo espacio para la celebración.»
EMBLEMA: Su autor es José Rodríguez, fundador y presidente de la As. Vecinal RAVICON.
Esta tercer parte tiene la intención de ligar nuestra historia barrial con otra mayor mostrando que sus vivencias son parte de la realidad propia de la Ciudad. En este sentido, Don Agustín y Don Francisco fueron quienes en nuestra zona los que llevaron adelante la actividad como, del mismo modo, en aquellos grandes quintales de fines de Siglo XIX lo expresaban familia como Lezama y Lezica que a su vez, representaban un modelo agroexportador que experimentaba el país en su conjunto.
Luego, ya en una etapa posterior, tomaría vigencia un urbanismo distinto en el cual también nuestros barrios obtuvieron un protagonismo particular desarrollado y motivado por los medios del transporte automotor que permitió que la mudanza de vecinos afincados en el microcentro o en el sur metropolitano se mudaran principalmente hacia el oeste de la ciudad y con el crecimiento de esta zona, desarrollaran otras como Chacarita, Colegiales, Palermo, Villa Pueyrredón, Villa Ortúzar, entre otros barrios.
Así nacieron las casas chorizos, inmensos departamentos alineados por un un pasillo que daba personalidad a la vivienda. O empresas familiares a las que hoy se les titula microemprendores a los que lo llevan a cabo.
Asi también nacieron los barrios y las grandes fábricas que ya dejaron atrás aquellas quintas de célebres vecinos. Nos cuenta la docente mencionada en la primera parte de nuestro ensayo: «La Algodonera, cuyas sirenas llamando al trabajo o anunciando la terminación de la jornada nos resultaban tan familiares como los pregones de los vendedores ambulantes: verduleros, panaderos, lecheros, plumereros y de vez en cuando vendedores de perdices que recuerdo colgadas de un alambre en el patio de mi casa.
Sólo un colectivo pasaba de vez en cuando por la calle “principal”: le decíamos “la chancha” por el típico formato de su trompa. Venía tocando fuerte su bocina para alertar a los pibes que jugaban a la pelota, por supuesto en la calzada.
Hoy temprano en la mañana se me presentaron estas imágenes de un antaño en el que transcurrió mi infancia, en una vieja casa tipo “chorizo”, con el taller de mi viejo adelante y el Oakland en la puerta»
Eran entonces otros tiempos, ni mejores ni peores, sí distintos. Eran otros aires los que respirábamos hasta que nació el capítulo en el cual resultaba lo mismo fabricar caramelos que desarrollar la industria.
Así nos fue, pero ésta es ya otra historia…