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Sábado de Gloria!

«Yo”

 Me quedo con los rotos,

los heridos de amor, los que sangran melodías,

los que lloran poesía,

los que pintan sonrisas,

los que todavía creen en

utopías.

Yo prefiero a los locos,

los sensibles, los ingenuos

los soñadores, los ilusos.

Me quedo con aquellos,

que se atreven a seguir 

soñando, propagando la esperanza,

invitando a enamorarse.

Yo me quedo con ellos,

los que no se doblegan.

ante la frivolidad y apatía, 

con los que sienten y vibran,

con los que aman todavía…».

Felipe Cruz.

Mexicano. Contemporáneo.

 

Hoy me permito, amigos, en este Sábado de Gloria, así a la antigua, rescatar momentos de mi vida, donde quizá ustedes también vivieron la sacralidad de actos, comunes, cotidianos, verdaderos y plenos, ahí va para ustedes:

Hace unos años, caminando en los pasillos del Hospital de Salud Mental Alvear, una voz me petrificó: NECESITO UN ABRAZOOO…., quedé un poco aturdida, asombrada. Y no dudé en ir hacia la persona que estaba como un Cristo con los brazos extendidos. Ni un instante dudé, dejé mi mochila a un lado, y nos abrazamos fuerte, más lo sentí como un encuentro esperado por años, de ambos lados. Como una canción de cuna largamente esperada. Así pasamos un rato. Nadie nos miraba. Éramos perfectamente ignorados en la prisa de pacientes y personal del hospital, médicos, enfermeros. Voy venía con mis nanas: ataques de pánico, él situación de calle en vías de resolver. Fuimos amigos, hermanos, compañeros por largos años, y charlábamos de la vida y nuestra próxima alta.

Él fue valiente al mostrar sus heridas…yo fui valiente al salir a recibir su abrazo que a gritos pedía. Salimos con cara de feliz cumpleaños y como niños: habíamos encontrado al amigo, el último amigo. Nos encontramos en San Expedito, en la Iglesia de Balvanera donde él era devoto, y rezábamos juntos: por su inserción social y mi curación, arrodillados y de la mano.

El encontró o retomó su trabajo de artesano, yo seguí con mis viajes a la montaña, buscando los rumbos del silencio y la entrega. Allí donde el silencio es sonoro y lleva el aire perfumado de los lapachos, encontrando otros y otras con necesidad de abrazo, alegría y contención. Fuerza y Esperanza, 

Ahora que todo está sumido en lo tecno, lo rápido, lo que te consume hasta la mirada y los ojos ni prestan atención de la calle que cruzas. Donde tu cerebro es un perfecto engranaje (el que falta para poder pasar al lado de un alargado cuerpo cubierto con mantas y algún bolso…alguien, todavía deja al costado un paquete de galletas o facturas, frutas. Y una mirada cálida, para que lo acompañe hasta el próximo gesto humano que lo haga visible y pueda preguntarle el nombre y preguntar cómo está.

El apuro por ver lo que escupen las redes, el apuro por conectar con la nada misma. En estos tiempos de post verdad, inteligencia artificial y comida chatarra, muy colorida, los snacks, colores que Van Gogh los envidiaría. 

A veces nos imaginamos acciones grandielocuentes, para salvar el mundo. Y a veces, creo, un gesto mínimo es capaz de llevar una sonrisa a alguien que mira tú tableta de chiclets con interés. Y ofrecerle, convidarle con él te llenará de alegría y a él/ella también. Esto no es todo, claro está, pero, mientras llenas las soluciones gubernamentales, que bueno es saber que quien está en situación de calle puede pasar ese período mucho más fácil, si nos unimos y dejamos de observar una pantalla que nos impide ver al que está en inferioridad de condiciones. Ese, que tuvo casa, ésa que tuvo trabajo, ése que es un Cristo Roto en vías de encaminar sus pasos hacia una plena inserción social. La interacción social es una herramienta que nos permite ser mejores. Ya es hora de intentarlo.  Felices Pascuas de Resurrección!

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