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SIEMPRE DISPUESTO AYUDAR Y COLABORAR, EN NUESTRO BARRIO DE COLEGIALES!! ERASE UNA VEZ EN COLEGIALES…

Gestos de empatía, solidaridad y la noticia, que no es de autoayuda, simplemente ponerse en la piel del otro.

Viralizado por una joven en las redes, lo sitúa en Avenida Álvarez Thomas y Federico Lacroze.  A un chico que trabajaba en un delivery se le cayeron cientos de billetes  y fue ayudado por la gente que pasaba, a juntar plata, señores!!! y así lo hicieron, ante la desesperación del joven, se sumaron los que estaban, pasaban, el contagio por lo bueno… 
Frenaron en plena calle: Federico Lacroze y Alvarez Thomas, estacionaron y se dieron a la tarea de buscar billetes, de los muchos que había. Impidieron que continuara el tráfico, hasta juntarlos. Con semáforo verde y todo: alguien paró a los vehículos, y se armó la juntada, la misión de salvar los billetes del chico.
Los billetes se juntaron y se entregaron al chico del delivery… 
Filmado desde un colectivo, se viralizó. El gesto de ayuda a otro, se multiplicó, podrías ser vos, un amigo, un familiar, pero era él, el chico del delivery, como se los llama. Y salieron en su ayuda los vecinos.
Si hasta parece un paso de comedia italiana. Esta vez pasó aquí en el Barrio de Colegiales. 
Volvimos a ser «nosotros» porque eso somos, lo mejor de cada uno, la ayuda desinteresada para un «desconocido», que fue uno de los nuestros, y el dinero volvió a sus manos. Y pudo entregarlo. 
Y si cada vez, recordamos gestos buenos, nos cargamos la mochila de acciones anónimas para ayudar-nos- ayu-dar?
Quizá podamos saber más de este gesto multiplicador que nos pone en los pies del otro…no lo sabemos. 
Y sí que podemos! Había leído que en tiempos de necesidad extrema, alguien había puesto a calentar una gran olla en pleno invierno, y dentro puso una piedra y esperó que hirviera el agua.  Alguien del pueblo pasó y preguntó,  la respuesta no se hizo esperar «estoy haciendo una sopa…» respondió al confundido vecino que vio solo una piedra hirviendo en una gran olla, en un día crudo de invierno. Se volvió rápido a su casa y trajo una papa, lo único que tenía. En el camino encontró a otros, y les contó: es para hacer la sopa… y así se fue corriendo la noticia, cada uno al enterarse traía algo, un pan, un huevo, un recorte de queso, una verdura, y de esa sopa, tan comunitaria y generosa salió la mejor sopa, la más sabrosa, todos habían contribuído a hacer la sopa de piedra que se transformó en un manjar, que hasta hoy se recuerda.
Así me recuerda el chico del delivery y sus billetes volando como pájaros y los vecinos juntándolos, uno por uno en un gesto que los honra, ah, por supuesto, sucedió en Colegiales.
Los créditos de «La sopa de piedra», son para Haroldo Conti.

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