Nora Sánchez del 1/10/205 para Clarin
Animales con conductas anormales por el encierro y recintos con peligro de derrumbe. Los trabajadores del Zoológico porteño ayer le mostraron la cara más amarga del paseo de Palermo a legisladores de la Ciudad de bloques de la oposición. Denunciaron la falta de mantenimiento edilicio, la escasez de personal y la inseguridad de los recintos donde cuidan a los animales. Los diputados, que impulsan un proyecto para que el Zoo sea un jardín ecológico, sin exhibición de animales en cautiverio, reclamaron la intervención del Ejecutivo.
El Zoo está concesionado a Jardín Zoológico de Buenos Aires S.A. hasta 2017, que paga un canon de $ 1.010.000 por mes. Pero si hace obras de restauración, se las descuentan. “Hasta ahora le hicieron una lavada de cara a dos edificios. Pero la parte estructural no es tenida en cuenta. Los recintos tienen más de 120 años y están destruidos”, contó Laura, una veterinaria que, como los otros trabajadores, no dio su apellido. Y detalló que el Zoológico tiene 220 empleados, 70 de ellos administrativos. De los 150 que trabajan con los animales, sólo hay 30 cuidadores para 2.000 ejemplares de 300 especies.
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Miguel, un cuidador, señaló los recintos más afectados. Como el chalet de los ciervos, hoy deshabitado y con riesgo de derrumbe. “A pesar de eso, quieren que éste sea el lugar de descanso del personal de limpieza tercerizado”, contó. Y mostró el pabellón de los búhos, de 1901. “Ahí viven primates, en un hábitat totalmente inadecuado por su poco espacio”.
“El lugar adecuado es en libertad y en su hábitat natural”, intervino Malala Fontán, de la ONG #SinZoo, quien indicó las conductas que desarrollan los animales por el encierro. Por ejemplo, el balanceo de cabeza de la elefanta Mara, decomisada a un circo. Mara pasa horas encerrada porque no se lleva bien con Pupi y Cuqui, las otras elefantas. “Estos animales sufren de zoocosis, que es la psicosis por el confinamiento prolongado. Se manifiesta en movimientos estereotipados”, explicó Fontán. También hizo notar cómo una jirafa masca continuamente aunque tenga la boca vacía y cómo el ocelote camina sin parar en su jaula.
En la parte trasera de la celda de los papiones sagrados, un trabajador mostró el espacio de los cuidadores. Las paredes se están cayendo y las vigas de madera del techo están quebradas. En el pabellón de los mandriles pasa lo mismo. Cuando no están en el exterior, estos animales duermen en pequeños calabozos húmedos, sobre cajones de madera con una alfombra encima. “No hay puertas ni lugares de escape para los trabajadores, ni tampoco de con*tención para los animales en caso de que exista un problema”, contó Miguel.
Medio centenar de ciervos comparten un solo comedero. Y la jaula de los cóndores tiene perfiles de hierro sueltos. “La estructura puede ceder y caer sobre la calle República de la India”, afirmó Miguel. Después enseñó el espacio de las cabras africanas, donde el techo se cae con sólo tocarlo. Laura también contó que hace meses que los proyectos de conservación, como el del Cóndor, no reciben financiación.
“Los proyectos sí reciben fondos –replicó el director del Zoo, Gabriel Aguado–. Pero es verdad es que los edificios están deteriorados. En la subasta de la concesión ganó la empresa que más canon ofrecía. Pero en los requisitos del pliego de licitación que debe cumplir no se contempló el bienestar animal. Sólo se pide la restauración de los edificios que son patrimonio histórico, pero en forma parcial, en casi todos los casos sólo de las cubiertas”.
“Hay dos problemas –evaluó el legislador Adrián Camps (Partido Socialista Auténtico)–. Uno es el Zoológico en sí, por su concepción de tener animales encerrados. Existen dos proyectos, uno mío y otro de Hernán Rossi (Suma +), para reconvertirlo en un jardín ecológico. Ambos están en la Comisión de Ambiente. El otro conflicto es el que plantean los trabajadores por la falta de mantenimiento, la tercerización de tareas y la falta de inversión. El Gobierno porteño tiene que intervenir a través de la Agencia de Protección Ambiental. Es un error que el Zoológico esté concesionado. Las empresas tienen objetivos comerciales, no ambientales. Su interés es reducir costos y maximizar las ganancias”.
“El Estado tendría que rescindir el contrato de la concesionaria y pedir una rendición de cuentas –dijo el legislador Marcelo Ramal (Frente de Izquierda)–. Un boletero me contó que recaudan $ 3.200.000 mensuales y que en las dos semanas de vacaciones de invierno recaudaron $ 20 millones. Además está lo que ganan por ventas de comida o merchandising. No sabemos si la empresa paga el canon, porque pueden descontarle lo que inviertan en obras. Pero no se ven obras en marcha”.