En este mundo seguramente infectado de tanto imperativo categórico kantiano en donde se pretende ser modelo del accionar ajeno; en este mundo del deber ser propuesto por la moralina kantiana, que existan voces como la del noble científico fallecido por estas horas es un gesto que, para nosotros, es por un lado emocionante y por el otro, francamente admirable.
En términos muy propios, se atrevió a pensar que no es poco.
En este mundo ya agotado por dos teorías que en realidad son lo mismo, el marxismo y el liberalismo, que exista quien haya hecho del pensamiento y la pregunta un estilo de conocimiento se nos ocurre digno de imitar, resultando auspicioso por las posibilidades que despierta.
En este mundo que las dos teorías gemelas imposible de separar que nacen del espíritu renacentista por un lado que en términos históricos más tienen que ver con la inquisición en donde se condenaba a la hoguera a quien osara pensar distinto, el marxismo y el liberalismo hacen lo mismo.
En efecto, STEPHEN HAWKING… es esto pero mucho más que otros criterios: se atrevió a pensar sin mezquindades, sin barreras ni patrones victorianos.
Sthephen Hawking en estos tiempos es lo más parecido a Diogenes de Laercio que cayó en un pozo por mirar las cosas del cielo. Es lo más parecido a aquel filósofo que mediante una antorcha encendida ambulaba y cuando le preguntaban la razón respondía que estaba buscando al hombre.
En este mundo infectado por un racionalismo que combate a las posturas empíricas hace la necesidad imperiosa el nacimiento del superhombre tan célebremente pensado por el alemán Federico Nietszche (algunos estúpidos de la demencia) afirman que era nazi cuando el Gran Pensador murió en el 1900.
¿Será que aun viven en el espíritu del camello, ni siquiera del león y que los aterra el espíritu del niño que crea sus propios valores?
Sthephen Hawking se atrevió a pensar y a decir lo que pensaba revolucionando todo el pensamiento actual en pleno siglo XX y XXI. Fue como Nietszche que en su imperdible texto «Más allá del Bien y el Mal» afirmó que hasta el momento (más precisamente desde los mismos presocrátricos) se había pensado las cosas desde las verdades verdaderas y que era menester pensarlas desde las no verdaderas.
Por todo lo expresado, al Gran Cientifico fallecido hace unos días lo vamos a extrañar -y mucho- , pero más a quien excedió largamente la costumbre de la moralina kantiana y su racionalismo delirante del deber ser como estandarte.
Publicado 16.03.2018