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BREVE RESEÑA DEL CARNAVAL CRIOLLO

La historia de los países suelen trasladar las semillas de sus hechos de un siglo a otro. Agradeciendo la gentileza de la Academia del Lunfardo y en la pluma de Don Enrique Puccia, uno de los grandes historiadores porteños –lamentablemente fallecido-, trataremos de trazar una pintura de los carnavales.

“Los negros, divididos en naciones, concentraban sus actividades en la parroquia de Monserrat, conocida también por Barrio del Mondongo y Barrio del Tambor, y en San Telmo. Se agrupaban en una especie de sociedades mutualistas y tenían sus sitios o tambos, donde celebraban sus ritos con reminiscencias africanas y practicaban sus danzas no exentas de lascivia y sus candombes ensordecedores.

Francisco L. Romay alcanzó a enumerar las siguientes naciones establecidas en el solo perímetro de Monserrat: en la calle Chile, la sociedad Cabunda, instalada el 14 de diciembre de 1823, y Moros, el 11 de agosto de 1825; en México (número 1272), Minas, el 17 de agosto de 1825, y Benguela, el 6 de diciembre de 1829; en Independencia, Rubolo, el 1 de diciembre de 1826, y Congo y Angola, ambas, el 20 de marzo de 1827. Otras naciones se denominaban Mozambiques, Muchagua, Quipará, Mayorí, Mondongo, etc”

Podríamos decir que los festejos de carnaval fue otro de los tantos aportes de los afro-porteños a la cultura criolla a través de sus ritmos, de sus canciones y movimientos bailables como el candombe.

En pocas palabras podríamos decir que fueron un aporte fundamental para la cultura criolla –a pesar que jamás se les reconoció, ni se les reconoce-; la misma música ciudadana porteña, el tango, nació en parte del sonar de los tambores que ellos tocaban en sus fiestas y encuentros.

Prohibido el baile de carnaval antes y después de Juan Manuel de Rosas, en el transcurso de su gobierno contó con la simpatía de Manuelita, la hija del Restaurador y que en agradecimiento, le dedicaron una poesía que dice asi:

“¡Qué dicha a las Congas

les cabe, señora,

teneros por reina

y fiel protectora!

Luego, el coro iba respondiendo:

Al son del candombe,

las Congas bailemos,

y a nuestra gran reina,

canción entonemos”

Antes y después del gobierno del mencionado, sin embargo estuvo prohibido por considerar las clases patricias porteñas que afeaban el suelo porteño debido a que las distintas naciones africanas salían por las calles con sus ritmos y bailes, pero además, porque dichas fiestas no se adaptaban al buen gusto y a la tradición de estos sectores.

En cierta medida hay que reconocer la protección del Restaurador a las festividades carnavalescas y a sus danzarines, lo que les valió la enemistad de los opositores y prohibición absoluta luego de 1852.

“El espectáculo era presenciado por una especialísima concurrencia compuesta por soldados de la Federación, negrada del Barrio del Mondongo y algunos funcionarios, figurando en ella más de una vez el mismo Restaurador, que solía presentarse envuelto en un amplio poncho pampa. Lo hacía generalmente acompañado por un grupo de correligionarios, todos montados en caballos que lucían arreos de plata y recados a la usanza criolla, llevando a la vez una testera de plumas rojas y una larga cinta del mismo color en la cola. Más tarde se agregaron compadritos, cuchilleros, tahúres, vagabundos y mujeres de baja estofa, provenientes de las fondas y casas de juego de la Calle del Pecado. Con ellos alternaban curtidos conductores de carretas, reseros de ruda estampa, guitarreros, payadores y muchas familias afincadas en las cercanías desde los tiempos en que funcionaba allí la plaza de toros, inaugurada en 1791 (…). Sin embargo, debe convenirse en que muy pacíficas no debieron de ser, puesto que el Restaurador, confirmando cuanto expresaron Ramos Mejía, Paz y López, con una plausible propósito que no debe desconocerse, a fin de poner corto a los desmanes y evitar escenas no ya sólo poco decorosas, sino repulsivas, resolvió prohibir los festejos…”

La presente es otra de las grandes idas y venidas en nuestra historia manchadas de pasiones y enfrentamientos que la historia nacional ofrece en un rico historial que ya sería harto repetido citar cada uno de ellos.

Finalmente en el transcurso del Jefe de Gobierno, Anibal Ibarra y por un proyecto de la Legislatura porteña se sancionó con fuerza de ley los días feriados cumpliendo de esa forma con una tradición que nos llega de la historia.

 

 

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