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1871 CUANDO MURIO BUENOS AIRES…

Estimamos que sería una inmoralidad buscar cualquier tipo de rédito el uso de hechos que tan impiadosamente golpean, preferencialmente, a los sectores condenados a la marginación social.

No obstante esta aclaración consideramos que existen elementos que nos llegan de la historia a los que existe la necesidad de traerlos a los tiempos actuales en su significado.

No se trata de caer pesadamente sobre un gobierno u otro, responsabilizarlo total y absolutamente de una desgracia, etc.

Pero cae de maduro que la historia nos enseña de imprevisiones, de criterios reñidos con lo más elemental de lo urbano o de la prioridad que el urbanismo sea para beneficio de todos.

No ocurrió antes, ni hace algunas décadas, tampoco ahora.

El Dr. Guillermo Rawson, Ministro de Salud Pública del General Mitre a través del diario La Prensa venia alertando a las autoridades sobre las condiciones de extremo abandono de los conventillos que coparon ciudades como Buenos Aires desde fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX que comenzaron a florecer producto del derrocamiento del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, vecino de Palermo entre otras circunstancias, quien gobernó terminando con la anarquía que provocaron los vencedores de la Revolución de Mayo y de la Declaración de la Independencia en 1816.

A pesar de ciertos excesos de mano firme y a pesar de gobernar durante tantos años –lo cual no es para nada aconsejable-, las epidemias se venían sucediendo sin solución de continuidad partir de 1852 visitando en particular los barrios del sur porteño en donde el hacinamiento, la falta de higiene y el abuso de los encargados de estas pocilgas  estaban produciendo cada vez más lamentables consecuencias.  Epidemias de cólera, tifus, fiebre amarilla y otras estaban abriendo las compuertas del dique para la gran epidemia del año 1871 cuando falleció Buenos Aires, un acertado título que lleva el libro de Miguel Angel Scenna.

La llegada de la inmigración de los países europeos no provenía de sangre anglosajona ni de raza aria como lo pretendieron aquellos que se habían inmiscuido en intereses por lo menos sospechosos y no en función de intereses nacionales.

La guerra de la Triple INFAMIA contra el hermano pueblo paraguayo fue un factor necesario para aquellos hechos de 1871 produciéndose casos fatales en la Provincia de Corrientes y, sin embargo, en Buenos Aires las autoridades en que bailongo de minué se encontraban?

Las pocilgas que llamaban conventillos seguían dando la nota de todo aquello que por un urbanismo elemental no debe hacerse.  Italianos, españoles, criollos, afroporteños en tantos casos alquilaban la cama caliente (por horas) o dormían colgados por las axilas mientras que las madres de familia ayudaban al marido y a sus hijos realizando tareas auxiliares de los matarifes.

Un baño cada 20 personas, los braceros donde cocinaban en las piezas mismas los ocupantes de ese pandemónium tantas veces por estar ocupado los retretes se hacían allí mismo las necesidades cotidianas, o el agua usada para cocinar mezclada en los pozos ciegos con toda clase de inmundicias presagiaban aquello que estaba por llegar.

Todo lo descrito era alertado por el Dr. Guillermo Rawson y en el diario “La Prensa” de los Gainza Paz pero lógicamente no fue escuchado por quienes prefirieron “No ahorre sangre de gauchos que sólo sirve para abonar la tierra”, decía el Maestro de América quien desde su San Juan natal llegó a la máxima magistratura.

El desconocimiento, el letargo en asumir responsabilidades, la irrespetuosidad absoluta de un urbanismo para todos y no para unos pocos, castigó a Buenos Aires dejando una huella histórica y un recuerdo imborrable: la epidemia de fiebre amarilla.

La historia trae enseñanzas o así debería ser. Ya no existen o han bajado en cantidad considerable las pocilgas (salvo en barrios como La Boca). Esas mismas situaciones de extrema necesidad hoy la viven los barrios en emergencia o como se le llama las villas miserias desparramadas en cantidad en el área metropolitana y cuando llueve el barro se amontona quedando por varios días el agua en estado calamitoso. En estos barrios también hacia el sudoeste los vecinos amontonan los desperdicios en forma insensible, entre otras barbaridades.

Hace tiempo que muchos vienen reclmando o prometiendo urbanizar estos sectores de la miseria o la carencia de soluciones urbanas que privilegien también a los que menos tienen y sin embargo, la situación permanece inalterable.

Estas villas miserias son las pocilgas de ayer lo cual nos obliga a preguntar en tiempos del cólera si se espera la llegada del mosquito  y de otra epidemia de fiebre amarilla de 1871  para iniciar el proceso de urbanización…

¿Deben fallecer aquellos olvidados de siempre para realizar las correciones de índole urbanística que resultan imprescindible realización.

Décadas han pasado que se viene reclamando la solución. Pasaron gobiernos de distinto pensamiento y el pescado sin vender…

¿ Nos visitará nuevamente el mosquito para traernos el dengue o se tomarán responsabilidades necesarias e imprescindibles?

 

 

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