Seguramente por varios días, tal vez semanas, la tragedia que enluta el sentimiento humano vendrá una y otra vez a la memoria, al espíritu y el alma de cada uno de nosotros.
¿Acaso la tragedia del boliche de Santa María en Brasil debe ser tomado como un mero hecho coyuntural que sucedió como cualquier otro y no de mayor importancia que el resultado de un partido de fútbol? ¿Debe ser parte de la noticia diaria y que una vez que termine ese día, otro acontecimiento tomará su lugar?
No lo creemos y en todo caso, de todos depende, gobiernos y sociedad civil, entender y aprender de su significado. No es la primera vez que sucede algo así.
En los Estados Unidos en el año 1942 el fuego causó la muerte de 492 personas: el enemigo se presentaba en sociedad y la pirotecnia batía las palmas anunciando su llegada. También en EE.UU pero en el año 1977, otro incendio provocó la muerte de 165 personas en el Beberly Hills Supper, Club de Kentucky.
Un año más tarde, en 1998, en Filipinas en el Disco Pub Ozone, otro festejo pero también el uso ilimitado y en manos inexpertas de la pirotecnia, se llevaba 162 muertos en los festejos de los estudiantes que celebraban el fin del año escolar en Quezón City. Dos años más tarde en el 2000, en oriente, más precisamente en China, 309 personas murieron al incendiarse una discoteca de Lyoyang.
Por un par de años, la pirotecnia se tomaba vacaciones. Aparentemente estos hechos desgraciados se habían despedido pero no, no fue así.
Una y otra vez, su uso ilimitado y en manos de quienes quieren sumar una mínima porción de adrenalina a sus vidas jugando con el peligro, creyendo que una bengala puede provocar la felicidad circunstancial (cuando es todo lo contrario) en un club nocturno de Rhode Island se llevaba la vida de 100 personas cuando se incendió el techo de hule espuma del local. Fue en el año 2003 cuando una vez más, el sentimiento humano se veía enlutado.
Un año después en el boliche del Once, un 30 de diciembre de 2004, en nuestro país y más precisamente en República de Cromañón, 194 personas terminarían con sus vidas. Cinco años más tarde en el 2009, en Rusia, en el club nocturno Lame Horse, la exhibición de fuego artificiales provocaba otra tragedia y la muerte de 152 personas.
Sinceramente nos preguntamos si deberemos sentarnos a esperar la próxima tragedia y si la pirinola del despropósito estará buscando una nueva geografía para presentarse y dar el presente. ¿Estará retomando mayor fuerza la ruleta de la vida y estudiando cuál es el lugar más propicio para presentarse?
Por seguro que ahora intevendrán quienes dirán que los boliches no estaban habilitados y que una mayor cantidad de aquello que es tolerable a una discoteca, lo cual puede ser cierto pero no es el fondo de la cuestión que es terminar con la pirotecnia de una vez y para siempre.
El fondo de la cuestión debe ser fijar un límite cuando mayor sea mejor para evitar las consecuencias que la pirotecnia que provoca.
Mientras no sea así y esperamos equivocarnos, cada año, de tiempo en tiempo, deberemos enlutar nuestra alma, nuestro sentimiento, y tal vez preguntarnos: ¿Cuando y en donde será la próxima vez?