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NI UNA MENOS…

No fue una plaza, fueron varias: tantas como cada mujer nos hablaba cada una de las tantas bestialidades que puede cometer un enfermo. Todas ellas unidas en un grito que compartimos: “NI UNA MENOS”, pero también y como si ese grito no fuera suficiente, reclamaban no sin un acto de estricta justicia, que se iniciaba una de las más esperadas revoluciones sociales desde el inicio de la especie humana sobre esta tierra cuales la igualdad de derechos y obligaciones entre hombres y mujeres. Tantos siglos que han pasado y aún no se ha logrado tan justa reivindicación. Tantos siglos en que la mujer, el “sexo débil” como dice un machismo insoportable las condenabas a ser una “mera acompañante” del macho, quien debía salir todos los días para proveer de lo necesario a la prole. ¡Vaya paradoja! Jesús no mandó a las mujeres a “lavar los platos”, muy por el contrario, le dio el lugar que le corresponde a María Magdalena, al lado suyo ni atrás ni adelante: al lado suyo y valga la redundancia. Y muchos que hablan en su nombre, incluso el Vaticano mismo no les permite oficiar misa, ser sacerdotisas con un error conceptual y de criterio francamente sospechoso. Fueron ellas en nombre de todos los que reclamaron con su vida mejores condiciones de vida en aquellos luctuosos sucesos en USA que terminaron con un incendio en una fábrica. Fueron ellas las que permitieron que nazca El Salvador quien nos traía la Buena Nueva de la filosofía del Amor, una doctrina que junto al judaísmo y los musulmanes, toman a las personas como un todo y más allá, mucho más allá de luchas fraticidas o de teorías en las que la especie en su conjunto es convertida en predicado por pensamientos gemelos e idénticos. Todas las plazas de nuestra ciudad, de nuestro país y no importa ahora si fue en Chacarita o la de Miguel de Garicoitsz, en Alvarez Thomas y Virrey Arredondo, en Colegiales, o fue la plaza Portugal en Virrey del Pino cuando Cramer nos lleva hacia puente Saavedra en línea recta, todas y cada una de ellas dijeron ¡Basta de Femicidios!, ¡Basta de tomarnos como apéndice para satisfacer necesidades fisiológicas del macho que sólo busca “ponerla” sin importarle nuestros placeres. Todas las plazas y cada una de las calles de Buenos Aires nos traían tal grito justiciero que asumimos como propio: ¡NI UNA MENOS!, pero con ese reclamo -nada tan justo- que se sancionen leyes que contemplen principios que la misma realidad lo ha sancionado. Hoy la Mujer ha ganado espacios en la sociedad y nada sin sangre, sudor y lágrimas. No resulta raro y menos llamativo verlas como gerentes de emprendimientos comerciales o industriales, en espacios en Ministerios, en diputaciones o senadurías. Pero las leyes se hacen esperar que ya no es la dulce espera y mucho menos cualquier otra por más importante que pudiera sonar. Micaela hizo posible que otro hecho de tamaña importancia posibilite tan justo reclamo: ¡NI UNA MENOS! Un grito que nos iguala a todos y todas, que nos habla de paridad, de igualdad de derechos y obligaciones. Su sangre regó las calles de Buenos Aires y el país, pudo ser la Provincia de Entre Ríos como cualquier otra, todas y cada una de ellas, ya sea en el barrio de Belgrano o en Barracas, La Boca o Liniers, nos traían a nuestros oídos para confluir en la mismísima Plaza de Mayo, aquel grito desgarrador: ¡BASTA DE FEMICIDIOS!, pero además si los platos limpios son nuestros, sucios también.

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